‹ャ . . . ¡22!

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Despertó gracias a la alarma de su celular, se quejó unos segundos para así finalmente pasar una mano bajo la almohada y tomar su teléfono. Apagó la alarma casi de inmediato, aunque un poco torpe debido a que estaba entre dormido y despierto.

Como era debido, eran las 9 de la mañana. Era sábado, y al mirar por la ventana de su habitación se dió cuenta de que estaba un poco nublado.

No le tomó importancia y se levantó haciendo la sábana a un lado. La camiseta que tenía puesta como pijama cayó, cubriendo sus muslos del frío de la habitación, ya que al moverse mucho al dormir ésta se había subido hasta su abdomen.

Se dirigió al baño y estando ahí cepilló sus dientes y lavó su rostro, hizo sus necesidades básicas y salió del pequeño lugar.

Tomó su teléfono de la cama y se dirigió a la salida de su habitación, salió cerrando la puerta tras sí y se dirigió a las escaleras. Las bajó con cuidado -ya que las veces que se había caído por ellas eran muchas- y se acercó al umbral de la cocina.

- Buenos días... -el saludo matutino murió en su boca al ver que aquel espacio estaba sólo.

No había rastros de que si quiera hubiera estado alguien.

Confundido, se dirigió a la sala; la cual también estaba sin rastros de vida humana. O en ese caso, su hermano.

Un poco asustado se dirigió a las escaleras para subir al primer piso*, pronto se halló en el silencioso pasillo y a pasos rápidos se acercó a la puerta que correspondía a la habitación de su familiar.

Estaba cerrada con llave.

Corrió de nuevo a las escaleras para bajar a la planta, llegó a la sala y se acercó a un estante, tomó las llaves que estaban dentro de un jarrón y de nuevo corrió a la escaleras.

Ya se estaba cansando de correr.

Jadeando con cansancio abrió la puerta frente a él, sólo para toparse con lo que más temía; su hermano no estaba. Estaba sólo.

Recordó que tenía el teléfono -que siempre estuvo en su mano, aún no entendía cómo no se le había caído o algo así- por lo que encendió la pantalla de éste, puso la contraseña y de inmediato su dedo se dirigió al icono de contactos.

Esperó y esperó.

- El número que usted marcó no se encuentra disponible, por favor-...

Cortó, sintiendo su corazón dolerle.

Se sentó en la orilla de la cama de aquella habitación, se sentía extraño. ¿Acaso su hermano se había molestado tanto ayer como para ignorarle?

Leo lo sabía, sabía de su miedo a estar sólo en casa. Odiaba estar sólo dentro de cuatro paredes. Se sentía indefenso, alterado, sólo.

- Vamos, por favor, c-contesta...

Llevó nuevamente el aparato a su oído, respondiendo de nuevo aquella voz robótica que antes pensaba -de niño- que era una mujer.

- Ok, tranquilo, e-el debió salir con Jin hyung y n-no quiere que yo le moleste, sí... e-eso debe ser...

Se levantó y salió de la habitación, cerrando de nuevo con llave para que su hermano no notara que había entrado, y también se aseguró de no dejar adentro la llave.

Bajó a la cocina con pasos lentos y arrastrados, dejó su teléfono y las llaves sobre el mesón y abrió la nevera en busca de alimentos.

Al parecer su hermano tampoco le había dejado algo de comida...

Perdón Hyung  >>  Hwang HyunjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora