Capítulo VIII: El cumpleaños de Dazai

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Cuando inspecciono su reflejo en el espejo no pudo evitar cuestionarse para quién se arreglaba en realidad. ¿Acaso estaba tan nervioso por lucir bien para Yuan? No, claro que no, la simple idea sonaba graciosa hasta para él. Cuando acepto salir con la chica el jueves por la noche, muy bien sabía que lo hacía en calidad de compañero, de su parte, no existía ningún interés romántico de por medio. Sin embargo, cuando Dazai lo invito la tarde anterior, los nervios empezaron a aflorar en su cuerpo. El pelirrojo no se tragaba la excusa de "lo hago por dinero", sentía que había algo más que ni el mismo Dazai comprendía a cabalidad, y ese algo a decir verdad, empezaba a despertar sentimientos tan confusos en su pecho.

¿Es que acaso empezaba a gustar de Dazai o algo así? "¿Enamorado?" Vino la palabra a su mente, provocando que negara con la cabeza casi asutado. Él y Dazai tenían, quizá, varios puntos e intereses en común, sus actitudes y personalidades aunque mayormente contrarias, parecían gozar de cierta armonía y sintonía entre sí, como si uno fuera el contrapeso del otro, pero de ahí a enamorarse, ¿era eso siquiera posible? "Dios", lo había detestado en cuanto escuchó su voz la primera vez, tan engreído y altanero insinuando que parecía un niño de 6 años, pero más tarde, cuando el castaño abandonaba esa sonrisa burlona de su rostro, se sentía inquietamente afortunado.

-Pero agh, ¿qué estoy pensando? - bufo sonoramente Chuuya. Cavilar en el tema de Dazai y él no tenía propósito, si lo que empezaba a sentir era real, ¿tenía siquiera una oportunidad? De ninguna manera le gustaría poner su corazón en un lugar donde saliera irremediablemente herido.

Prefiriendo zanjar ese asunto, el pelirrojo volvió a su habitación y saco del cajón de su cómoda un collar de cuero negro que había comprado hace una semana. Cuando camino de regreso al baño mara mirarse en el espejo una última vez, sonrío con satisfacción, sin duda alguna, el collar era el detalle que faltaba.

La camisa roja de manga corta que llevaba, los pantalones negros, las botas y ahora ese collar de cuero en el cuello, lo hacían lucir simplemente hermoso, por no mencionar siquiera que su cabello rizado y ahora un poco largo hacía un lado, era en realidad el foco del atuendo.

"Me siento bien", admitió para sí. Hace no mucho detenerse frente al espejo era una acción que evitaba, sentía que su rostro no era más que una muestra de lo roto que estaba por dentro. No obstante, hace ya unos días pese al cansancio con el que aun lidiaba, pensó que le gustaría sentirse menos asqueado por su persona. Había empezado por limpiar su casa (aunque sin atreverse a entrar al cuarto de su madre), ordenar su cuarto, lavar la ropa y comprar comida, eran tal vez, tareas sencillas y cotidianas, pero para el pelirrojo en particular, habían significado verdaderos logros. Con solo recordar eso, Chuuya suspiro y prefirió salir de una vez, pasando antes por el obsequio que descansaba en su cama.

Cuando bajo de la estación del tren camino con algo de prisa hasta la casa de Dazai, faltaban no más de 7 minutos para las tres de la tarde, nervioso llego hasta la puerta y toco el timbre, sintiendo su corazón acelerarse cuando oyó los pasos que se acercaban.

- ¡Chuuya-kun! - lo saludo con genuina alegría Mori al abrir la puerta- realmente estuve quebrándome la cabeza cuando Dazai dijo que traería al alguien.

- ¡Hola Mori-san! - exclamó igualmente feliz Chuuya.

- Pero mírate querido, vienes hecho una belleza- lo elogió el azabache.

- Oh, para nada- contestó sumamente apenado el pelirrojo, ¿acaso había exagerado al arreglarse?

- ¿Cómo qué no? – le cuestiono haciéndolo entrar- luces genial. A Dazai le encantará verte, ya lo llamo. Mientras espéralo en la sala.

Zurcir [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora