El ruido de la alarma del teléfono ubicado en la pequeña mesa de esa habitación, fue el sonido que sobresalto de manera abrupta al muchacho sobre la cama, recordándole con tedio que ya llegaba la hora de marcharse. Con gran pesadez sobre su cuerpo el pelirrojo se levantó y acabó con el molesto ruido, dirigiéndose en seguida al cuarto de baño.
En el baño, el muchacho encendió la llave del lavabo, cepillo sus dientes y enjuago su rostro, sintiendo un poco de frescura y alivio sobre su piel. Cuando secaba su rostro con una toalla se atrevió a darle una mirada breve al reflejo frente a él, arrepintiéndose de inmediato. Su rostro, que antes se mostraba muy vivaz, ahora lucía un tono sumamente pálido adornado por unas largas ojeras y unos labios deshidratados, su cabello, que antes era la fascinación de su madre, ahora lucía sucio, un tanto enmarañado y comenzaba a crecerle para su disgusto, pues le hacía pensar en una visita pronta al peluquero que no quería realizar. Pero bueno, igual y se lo dejaba ligeramente largo, después de todo su apariencia ya poco le importaba.
Con ese último pensamiento en la mente el pelirrojo salió del cuarto de baño, ya en su habitación abrió el armario y revisó las pocas prendas que aún conservaba limpias. Tomó unos jeans, una camiseta roja, una sudadera gris y una cazadora, se vistió rápidamente y se calzó con un par de botas negras. Soltando un pequeño suspiro salió de la habitación para llegar a la puerta de entrada de su casa y salir hacia la calle, encaminándose así a su pequeño -e indeseable- trabajo nocturno.
Y es que, cuando una semana después de la muerte de su madre los cobradores y las facturas del hospital llegaron a su puerta, el pelirrojo pese a la migraña que le causaba trato de pensar y gestionar opciones para arréglaselas sin tener que dejar la escuela, sin embargo, ningún empleo de medio tiempo era suficiente para cubrir las deudas y su gasto personal. Desesperando y sin analizar bien los pros y contras de su decisión, o bien apelando a sus principios, Chuuya recurrió a Shirase, un muchacho de su escuela de curso regular.
Shirase, dueño de una cabellera gris y de una reputación bastante problemática, era un muchacho del vecindario del pelirrojo que pertenecía a The Sheeps, una pequeña pandilla de jóvenes que robaban y revendían objetos de gran valor, los relojes y los teléfonos celulares eran su principal mercancía, -aunque Chuuya presintió que eso no era lo único que hacían-.
Hace unas semanas cuando recién había entrado, inició vendiendo algunos celulares obteniendo con ello un buen porcentaje de la ganancia, cubriendo en un par de días los pagos atrasados de la renta y el hospital, sin embargo, cuando unos chicos de una pandilla rival llegaron a la zona en que se encontraba negociando con el fin de intimidarlo a él y a otros miembros, el pelirrojo mostro sus dotes marciales y con un par de golpes y patadas despidió a los sujetos, ganándose así el respeto de muchos. No obstante, lo sucedido sirvió para que pasara a desarrollar nuevas labores, principalmente se ocupaba de alejar a los matones y merodear las áreas donde solían vender, pero últimamente y para su desgracia, las peleas callejeras resultaban un negocio bastante lucrativo.
¿Ganaba? Sí, sin problema, aunque ello no evitaba que constantemente se viera bombardeado por pensamientos de remordimiento. Honestamente nunca había golpeado o incitado a la violencia a menos que se tratara de un torneo, sabía que lo que hacía estaba mal, sabía que su madre seguramente se encontraría decepcionada, tanto tiempo evitando que se juntara con ese tipo de personas para que él terminara siendo una. Pero necesitaba el dinero, era obvio y eso lo reconfortaba un poco, sin embargo, también sabía que los golpes estaban siendo la vía para desahogarse -aunque no se atreviera a decirlo en voz alta-. Tenía tanto que decir, que sentir, que gritar y demostrar, pero simplemente no había nadie a quien acudir, se sentía sucio y miserable por desahogarse de esa forma, pero ya no podía llorar o esperar que alguien lo salvara, en el mundo real no habían héroes, hadas madrinas o genios de la lámpara, eso le quedaba claro.
- ¡Hey Chuuya, amigo! - llamó Shirase, sacando al pelirrojo de su ensoñación. Este apenas acababa de llegar al punto de reunión. - ¿Qué tal todo? ¿ya pensaste en qué hacer con la escuela?
-Ah, hola Shirase- contestó el muchacho intentado sonar animado, odiaba convivir con el peligris debido a que el otro siempre lo metía en líos y, a decir verdad, Shirase distaba mucho del concepto que Chuuya tenía de amistad. -Eh... bueno, ya es el último curso, supongo que debo terminarlo, ¿tú continuaras?
-Ahg, sí- pronunció con asco el peligris, - mi hermana no me dio elección, intente convencerla pero no acepto, resulto bastante firme con su postura.
-Bueno, tal vez es muy pronto para dejar de estudiar.
-Tal vez, pero eso no hace que deje de ser una odiosa- razonó el muchacho-, por cierto, tú estabas en curso avanzado, ¿no?
-Ah sí, pero descuide mis notas al final del curso anterior que ya no sé, supongo que me bajaran a las clases regulares.
-Genial-contestó entusiasmado Shirase, colgándose del hombro de Chuuya. Si lo que suponía el pelirrojo era cierto fácilmente podría colgarse de él para las tareas. - Sería bueno estar juntos ¿no lo crees? Tiene ventajas dejar de ser un geniecito.
-Supongo- murmuró Chuuya, mientras pensaba en la desgracia que sería que ambos terminaran compartiendo la misma clase. Suficiente tenía con verlo todas las noches. – Pero eso no los sabremos hasta la prox-
- ¡Chuuya-san! - le interrumpió una agitada peli rosa. - Lamento haberlos hecho esperar, pero mi gato no aparecía y me asuste por un momento - comentó apenada la chica, inclinado su cabeza hacia abajo a modo de disculpa.
-Está bien Yuan- repuso el pelirrojo tranquilo, tocando la cabeza de la chica, quien de pronto se sintió aturdida por la acción. – Shirase y yo platicamos mientras tanto. Además, estamos con tiempo, la pelea inicia en 20 minutos.
- Oh, es cierto, pero igual me siento culpable- contestó desanimada Yuan.
-No es nada, en serio- dijo Chuuya, restando importancia a la situación nuevamente-. Encontraste a tu gato ¿no?
- Sí.
- Lo ves, eso es lo importante.
-Gracias Chuuya-san.
-Mejor vamos- le sonrió Chuuya ligeramente. - Tengo que calentar antes.
-Sí- respondieron ambos chicos siguiendo los pasos del pelirrojo.
- Chuuya-san
- ¿Sí?
- Sí gana lo invitare a un delicioso plato de sopa de miso- declaró la chica, mientras el aludido volteaba su mirada hacia ella.
-Tenemos un trato.
Nota
Perdón si el capítulo estuvo algo aburrido y con poco diálogo, estoy tratando de que la historia se desarrolle de forma dinámica, pero hay cosas que quiero dejar sentadas desde el inicio :) -o al menos eso intento-.
Muchas gracias por leer y me disculpo por alguna posible falta ortográfica que pase por alto.
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Zurcir [Soukoku]
FanfictionCon una madre muerta recientemente y cientos de deudas por pagar, Nakahara Chuuya se une a The Sheeps, un grupo de jóvenes pandilleros que vive del día a día. Sin embargo, su encuentro con un curioso joven de cabellos castaños y el cuerpo cubierto d...