Capítulo XXV: Tsushima Shūji

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¿Cómo puede uno comenzar a narrar su propia historia sin desmoronarse, sin pausas o titubeos? Como si de un reporte del clima se tratara.

Los primeros años de vida de Dazai para su fortuna, transcurrieron bajo el halo de la ignorancia y el olvido, entre los torpes cuidados y el desmorone de una relación que desde el inició no veía futuro. Su madre, según le contó Mori cuando cumplió once años, había sido una joven rodeada de cuanto lujo y ostentosidad pudiera uno imaginarse. Después de todo, Tane no era sino el dulce recuerdo de una esposa perdida y amada. Arrebatada durante un accidente automovilístico en donde su hijo y único acompañante, el pequeño Rintaro Mori de cinco años, había logrado sobrevivir por mero milagro. Dejando ello además de un par de corazones rotos, a un hombre envuelto por la amargura y el enojo: su esposo, Mori Shizuyasu. Quien se había encargado de marcar una distancia abismal entre su hijo mayor y él, acortada únicamente por el mandato y el control.

Si bien Mori se encargó de contarle a Dazai que su madre, con dieciocho años encima y cursando el último año de instituto se entregó a un amor sin reparos que nueve meses después le cobro la factura, costándole incluso el apoyo de su padre, omitió algunos detalles al respecto. Por ejemplo, no le contó que el día en que echaron a Tane de la casa también lo echaron a él. Pues Mori Shizuyasu, aferrado hasta las últimas a su labor médica y al control sobre su hijo, había llegado de imprevisto ese día al hospital central de Tokio, donde un joven Mori de veinticuatro años se encontraba realizando el internado. Encontrándolo, después de casi hora y media de búsqueda en el lugar, bajo el abrigo del hijo de uno de los guardias más queridos del hospital, el serio pero honesto señor Fukuzawa.

Envuelto por la ira y la confusión su padre había gritado horrorizando, alegando que era una aberración y una puta por dejarse envolver entre los brazos de otro hombre. Aunque Fukuzawa Yukichi, un par de años mayor que Mori había tratado de intervenir en la defensa de su pareja, el viejo médico había sido más rápido y había arrastrado a su hijo hasta el auto, pidiendo la retención y el inmediato despido del joven Fukuzawa del hospital.

Cuando llegaron a casa, aún recuerda de vez en cuando Mori, su padre lo llevo hasta su despacho, donde acompañado de insultos y gritos lo había abofeteado y golpeado hasta al cansancio, o bueno, hasta que su hermana llegó de la mano de un joven de cabellos castaños, Tsushima Gen'emon de veintitrés años; el padre de Dazai.

Convulsionado por el caos Mori Shizuyasu no se tocó el corazón, y absorto por la decepción y el enojo decidió echarlos a ambos; pese a las insistencias de su hija y el mal aspecto de su hijo. Mori, después de una llamada y un suspiro de alivio al otro lado de la línea, se había marchado con Fukuzawa, y Tane, sorda a las súplicas de su hermano de quedarse con ella, se fue de la mano de Tsushima. Ese joven de reputación problemática y rostro audaz.

Después de eso, una laguna de siete años sobre la vida de su sobrino cubre una parte de la memoria de Mori, pero Dazai, afortunado o desgraciado, conserva varios recuerdos, algunos tristes, otros ruines.

Quizá, el primer recuerdo de su infancia que se despliega sobre su cabeza es la imagen de Tsushima tomando una cerveza en la concina con Tane fumando a su lado, mientras él, tratando de evitar ese fútil aroma que llena cada uno de sus pulmones, pide algo de cenar inocentemente. Sin saber que ese episodio sería una de las muchas faltas que se sumarían para resquebrajar su pequeño corazón. Porque después eso, una serie de eventos desagradables fueron invadiendo gradualmente la vida del pequeño castaño, en ese entonces, Shūji Tsushima. Primero, por esporádicas y estúpidas razones de regaño, luego, por golpes y maltratos; desde cigarrillos apagados sobre su piel, hasta sutiles golpes esparcidos estratégicamente sobre su cuerpo para evitar la curiosidad de los vecinos y maestros de escuela.

Zurcir [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora