Capítulo XXIII: La distancia entre nosotros

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Con diecisiete años de muy pocas cosas se puede estar completamente seguro: los sueños, las metas, las personas, los gustos y las circunstancias son asuntos demasiados volubles como para prometer permanencia. Y aunque a Chuuya le hubiera encantado retar ese punto – o a lo mucho intentarlo-, cuando observó el cuerpo de Dazai tendido en el suelo de la habitación muchos de sus credos se vinieron abajo. Tokio, la universidad y un pequeño apartamento solo para ellos dos dentro de un par de años, de pronto se habían convertido en pura fantasía. Bella, sí, pero al final de cuentas ficticia.

Después de echarle una última mirada al castaño esa tarde, Chuuya se había dirigido al hospital a esperar la llegada de la hermana de Shirase para explicar la situación. Sin embargo, la angustia atrapada en su pecho y las múltiples llamadas remitidas a buzón, lo habían obligado a levantarse de la sala de espera. Algo no estaba bien. No cuando el irreverente, cínico, pero dulce muchacho que tenía por novio le había propuesto prácticamente terminar.

Es cierto, los sentimientos podían cambiar y volcarse en algo tan distinto como el desamor, pero Dazai y sus hirientes palabras parecían ocultar algo más. Quizás, una señal de ayuda. Porque vamos, ¿realmente había dejado de importarle como para proponerle una ruptura? ¿las veces que le llamó cariño con tanta adoración habían sido una mentira? No, Chuuya no podía hacer conjeturas, no hasta que tuviera al castaño frente a frente.

Con esa convicción en mente, apunto estuvo Chuuya de cruzar la salida del blanco y frío ambiente de hospital cuando la voz de Mori lo detuvo en su andar.

— ¡¿Chuuya?! ¿Qué haces aquí? ¿paso algo? — había preguntado el médico preocupado.

— Mori, Dazai golpeó a un excompañero de la escuela. El chico está en emergencias y Dazai no contesta mis llamadas — explicó breve Chuuya. No podía permitirse perder el tiempo. — Yo...voy a buscarlo ahora, algo no se siente bien.

Con la última frase flotando el aire el médico llevó su mano al bolsillo derecho de su bata. Necesitaba realizar una llamada urgentemente.

— Yukichi, ¿estás en casa? — Fue lo primero que soltó cuanto escucho la voz masculina al otro lado de la línea. — ¡Aún no! ¡Rayos! Yukichi, por favor apresúrate a llegar, salta los semáforos si es necesario. Yo...yo enviare una ambulancia a casa en este momento, creo que Dazai podría volver a intentarlo...

Cuando Mori colgó la llamada Chuuya ya había echado a correr con fuerza hacia la calle. «Volver a intentarlo», claro que sabía a lo que el médico se refería. Era tan obvio y aun así lo había dejado pasar. «Eres un estúpido», no pudo evitar recriminarse. ¿Por qué no había sido más insistente con Dazai? ¿por qué no estuvo más pendiente del muchacho, si intuía los motivos que ocultaban sus vendas? ¿Por qué había permitido que las cosas se tornaran de ese modo? Y aún más importante, ¿por qué parecía que volvería a perder a una persona que amaba?

Desesperado, Chuya había avanzando con prisa llamando la atención de las personas en su camino.

Su cuerpo había empezado a temblar, el sudor corría por su frente, su boca jadeaba intentando contener el aliento y su corazón que latía con violencia, parecía que cualquier momento saldría expulsado por su pecho. Pero no, no podía detenerse, no hasta que confirmara que el castaño estaba a salvo.

Cuando finalmente llego a su destino Chuuya empezó a tocar con desespero la puerta y el timbre, sin embargo, nadie vino a su llamado. Asustado, el pelirrojo corrió hacia la puerta trasera, forzó la entrada y se sumergió de lleno en la planta superior; la habitación de Dazai estaba abierta, pero el silencio que reinaba en el ambiente era poco conciliador. Se acercó veloz a la puerta y entonces lo vio: con el cuerpo empapado y cubierto de sangre, se encontraba Dazai inconsciente en el suelo.

Zurcir [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora