Capítulo VII: La invitación

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Era de madrugada cuando Chuuya fue despertado por una repentina sed que calaba en su garganta, con calma hizo sus sabanas a un lado y se levanto de la cama para dirigirse a la cocina. Vestía un pantalón de dormir y sin ser plenamente consciente de ese detalle, llevaba puesta aún la playera que Dazai le había dado la tarde anterior.

Sin la más mínima intención de volver a cruzar palabra con el castaño, recorrió el pasillo hasta la cocina en completo silencio, guiándose por la linterna del celular para no tropezar. Paso sin dificultad por la sala hasta llegar a la cocina, sirviéndose por fin su tan deseado vaso de agua; lo bebió de inmediato y se sirvió uno más a la mitad, dejándolo al final en el lavadero.

Cuando volvió a retomar el camino para su habitación el brillo del celular de Dazai lo sorprendió, no obstante, supuso que se trataba de una notificación y continuo, pero, el castaño que antes estaba recostado mirando hacia el respaldo del sillón, se giró quedando con el rostro a la vista del pelirrojo. Chuuya se quedó inmóvil ante tal acción, temía haber despertado al chico, sin embargo, cuando volvió a centrar su atención en él, pudo verificar que  continuaba durmiendo.  El pelirrojo estuvo a punto de marcharse, pero como si algo se lo impidiera o atara al suelo, se quedó parado unos largos segundos observando meticulosamente la imagen apacible del muchacho en el sillón.

Dazai yacía con una delgada sabana enredada a sus piernas, Chuya sonrió por ello, no lo culpaba, ya estaban en junio y el calor por las noches se tornaba insoportable. Con detenimiento fijo su mirada azulina en el cabello del muchacho, deseando sin saberlo, enredar  aunque sea por una vez en su vida los dedos por ese espeso y ligeramente rizado cabello castaño. Cuando bajo su vista al rostro se encontró obligado a confesar, muy a su pesar, que Dazai poseía cierto atractivo, y si mantuviera la boca cerrada por mucho más tiempo, seguramente podría resultar hasta guapo. Aunque bueno, bien sabía que no odiaba por completo la personalidad del castaño, cuando se lo proponía, Dazai podía resultar agradable.

"Pero ¿qué estoy diciendo?" Se reclamó, estaba muy molesto con Dazai y si por él fuera, en su vida volvería a compartir camino con ese muchacho. Con ese último pensamiento en la mente recobro la compostura y camino directo a su habitación.

Por la mañana, alrededor de las 8 cuando despertó, Chuuya se sintió infinitamente agradecido por no encontrar al castaño en la sala.



El reencuentro entre los muchachos estuvo cargado de frialdad, Chuuya continuaba enfadado, realmente, el castaño no tenía ningún derecho a opinar sobre su situación y llamarlo estúpido, apenas si conocía una pequeña parte de la historia. En un primer momento había pensado en acabar con las tutorías de una vez por todas, pero las más que probables interrogantes que Kouyou haría, terminaron por desanimarlo, desistiendo pronto de su fugaz idea.

Resignado, pero aun sintiéndose herido, el pelirrojo apenas si le dirigió la palabra al castaño en toda la semana, pese a que ocasiones sentía la vena de su frente a un paso de explotar por las provocaciones del vendado, callaba y giraba su cabeza, volviendo con maestría su atención a los libros.

Pero ahora, ya al final de la semana, el silencio y la tensión entre ambos chicos, quienes esperaban bajo un sepulcral silencio a la mujer que los llevaría a su casa, era tan grande que el aura espantaría a cualquiera. Pues si Chuuya había decidido enfadarse con Dazai, este lo había hecho también con el pellirrojo.

- Lo siento chicos- se disculpó Kouyou con su bolso y llavero en manos, poniendo fin a la espera - unas chicas de primer año tenían dudas con una tarea y tuve que detenerme a explicar.

- No te preocupes Kouyou, entendemos- contestó con una sonrisa afable Chuuya.

- En fin...- suspiro cansada la mujer, quitando el seguro del auto para que los chicos pudieran entrar- será mejor que nos demos prisa.

Zurcir [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora