Capítulo XX: Cinnamon Girl

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El viernes llegó acompañado por un terrible frío que calaba hasta los huesos, dejando más que claro que el verano y su torvo calor, hacía meses habían quedado atrás.

Con el toque del timbre resonando en cada clase, anunciando el inicio breve pero necesario de las vacaciones de invierno, Chuuya se irguió de su asiento con fingida calma, guardo uno a uno los útiles escolares esparcidos sobre su mesa, y salió de su clase sintiendo con precisión a cada paso que daba, los latidos de su corazón. El viernes había llegado, sí, pero acompañado de una oleada de emociones y sentimientos que no producían sino un cosquilleo nervioso en su cuerpo, y es que, tras casi seis meses de relación con Dazai, por fin el pelirrojo estaba listo para ir más allá de los besos y las torpes caricias de su parte.

Y en este sentido, aunque el cuerpo de Chuuya no albergaba un ápice de duda sobre el tema de compartir su primera vez con el castaño -pues confiaba terriblemente en él-, su mente no aminoraba los miedos e inseguridades. Durante los años más difíciles de su pubertad hasta llegar al presente, su educación sexual se redujo a simplificar y dar por sentado que cuando llegara el momento oportuno, su cuerpo se excitaría y tendría el deseo de sumergirse entre la cálida piel de una muchacha. Siendo así lo más importante, el uso adecuado del preservativo.

Sin embargo, más alejado de la realidad, fue la oleada de sensaciones nuevas pero agradables que provocaba Dazai en él; desde el hormigueo de los besos cariñosos y profundos, hasta la sensación cálida que se instalaba en su abdomen producto de los dedos de Dazai rozando su torso, que Chuuya despertó el deseo adormilado que creyó inexistente dentro de su cuerpo. Escapando sus dudas e incertidumbres, de las de un muchacho que se abre paso a su primera experiencia sexual con una mujer. Es decir, ¿el sexo sería tan doloroso como esos foros que leyó en internet? O bueno... ¿y si sus expresiones en la cama eran terribles? ¿y sí era un amante desastroso en todo eso? ¿Y sí...

Con ese halo de preguntas sobre su cabeza, apelando a su falta de experiencia, Chuuya se sorprendió a sí mismo chocando su mirada azulina, similar ahora a la de un océano inquietante, con la apacible e impenetrable mirada ocre de Dazai.

Saturando el aire helado en sus pulmones un momento, Chuuya suspiró con fuerza, acomodó la correa del bolso sobre su hombro, y sin postergar más lo impostergable, camino hasta Dazai, que se encontraba rodeado de una inquietante calma.

— ¿Nos vamos? — le cuestionó Dazai en cuanto estuvo a su lado, curvando sus labios en una corta sonrisa.

Envuelto por el incesante sonido de su corazón corriendo a prisa y la sudoración impregnada en sus manos pese al clima, Chuuya se dejó guiar por Dazai bajo la larga calle de senderos que competían las primeras tres cuadras de su trayecto. Sin embargo, cuando el castaño paro en seco a las puertas de una farmacia, Chuuya lo miró confundido, encontrando la respuesta a su accionar tres segundos después.

— ¡Oh! — murmuró el pelirrojo —, lo había olvidado.

— ¿Quieres que entremos los dos? — preguntó Dazai, esperanzado de escuchar un .

— No... — negó Chuuya con la cabeza. — Te espero, aquí.

Dazai se detuvo a observarlo un momento, titubeante. ¿Es qué en serio lo dejaría pasar sólo?

— Está bien. Ya vuelvo — suspiró por fin el castaño, derrotado, adentrándose al lugar. Poniéndolo en perspectiva, prefería pasar a comprar el lubricante y los condones él mismo que robarles a sus tíos y lidiar, quizá dos horas o más, con las clases de educación sexual de Mori.

Con paso decidido Chuuya vio marchar a Dazai al interior de la farmacia, y tras ocho minutos que al pelirrojo le parecieron eternos, lo vio regresar con las mejillas cubiertas de un imperceptible color rosa.

Zurcir [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora