Capítulo XXII: Caer

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Con la vista fija en la pizarra frente a él, Chuuya se encontraba trazando con prisa una serie de ecuaciones matemáticas que francamente, no sabía cómo iba a resolver. Si bien su cuerpo a esa hora de la tarde se encontraba sentado en un pupitre, recibiendo explicaciones precisas de una profesora excelente, su mente vagaba con libertad en el recuerdo especifico de cierto muchacho de ojos marrones.

Dazai, desde hacía ya un par de semanas, venía actuando de manera extraña y distante. Sus salidas y el tiempo que solían pasar juntos -así fuera caminando de regreso a casa- se habían detenido. Los besos y los abrazos que antes a Chuuya le parecían cargados de afecto y ternura, de pronto se sintieron bruscos y vacíos por parte del castaño. De hecho, hace un par de días cuando parecía que las cosas volvían a tomar su rumbo, y ambos muchachos se habían encerrado en el cuarto del pelirrojo para mantener relaciones sexuales, Dazai, que solía ser atento y cuidadoso cuando de preparar y hacer disfrutar a Chuuya se trataba, había actuado de manera tosca, como sí en lugar de disfrutar de la actividad, su cuerpo solo quisiera desprenderse de los pensamientos que hostigaban su cabeza.

Dolido, Chuuya le había pedido que pararán, y Dazai, como despertado de su ensoñación, lo hizo. Se vistió a prisa, pronunció culpable la palabra Perdón, y se marchó sin más, ignorando monumentalmente la voz de Chuuya que sentado sobre la cama, le pedía que hablaran.

Desde ese incidente ya habían pasado exactamente tres días en los que Chuuya no sabía nada del castaño. Pese a los constantes mensajes de texto y la búsqueda de Dazai en su salón de clase durante el descanso, no había logrado dar con el castaño. Y, aunque en más de una ocasión pensó en ir a buscarlo directamente a su casa para encararlo, temía que Dazai se sintiera acosado por su insistencia. «Maldición», pensó Chuuya, «¿Por qué tiene que ser tan complicado?».

— ¡Chuuya-kun! — Lo regresó al presente la voz de Alcott. — ¿Estás bien? — sonó preocupada la muchacha, con justa razón. La clase había terminado y el pelirrojo y su ceño fruncido, parecían atrapados en otra extensión.

— Sí...tan sólo ando algo distraído. — Sonrió con poca viveza Chuuya, cortando el hilo de sus pensamientos. — Disculpa.

— No hay problema — lo tranquilizó Alcott. — Sólo quería preguntarte si querías que camináramos juntos hasta la estación.

— No, lo siento — respondió apenado Chuuya, comenzando a guardar sus cosas. — Me quedaré un rato más para resolver dudas con la profesora. Honestamente, no puse mucha atención hoy.

— Eso lo note... — Se atrevió a decir tímida Alcott, agregando al instante: — ¿estás así por Dazai-kun?

Con semblante derrotado, Chuuya asintió.

— Últimamente ha actuado algo distante y frío conmigo... ¿crees que le haya dejado de gustar? — le cuestionó Chuuya, liberando en voz alta una de las tantas suposiciones en su cabeza.

— Así que son pareja ¡Lo sabía! — sonrió triunfal la muchacha, provocando que las mejillas de Chuuya se encendieran.

— No quería decir eso — trató de enmendar su error Chuuya. — Me refería a gustarle como amigos ¿entiendes? Él y yo...

— Está bien, Chuuya-kun — lo detuvo cortes Alcott. — Sé que la mayoría de personas son bastante prejuiciosas respecto a las parejas del mismo sexo, pero no tengo ningún problema con ello. Tú y Dazai-kun...creo que era algo obvio, o al menos para mí.

— ¡Vaya! — rio Chuuya. — Entonces... ¿qué crees que esté pasando?

— No creo que hayas dejado de gustarle, Chuuya-kun — contestó segura la muchacha. — No conozco bien a Dazai-kun, pero, aunque a veces luce como si lo controlara todo, estoy segura que es algo torpe cuando se trata de sentimientos. Así que creo que es importante hacerle saber que no lo juzgaras respecto a lo que sea que le esté pasando, y que, si no se siente preparado para hablar aún, también es importante que sepa que puedes acompañarlo en silencio, hasta que se sienta listo — terminó suave la voz de Alcott.

Zurcir [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora