Capítulo XXVI: Love song

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Cuando Dazai terminó su relato rematando en un indiferente «Lo sé, fue una historia aburrida», los brazos de Chuuya no dudaron en envolverlo en un cálido, fuerte y merecido abrazo. Porque Chuuya, su Chuuya, atento a cada una de sus palabras, a sus pausas y suspiros, en ese momento se encontraba hecho un manojo de enojo e indignación, de lágrimas y ternura. Su mente no concebía la idea de que un adulto hiciera tanto daño a un niño, aún más, si se trataba de su propio hijo.

Así que con el cuerpo temblando ligeramente, el estómago y la garganta hechas un nudo y un valle de lágrimas cayendo sobre sus mejillas, Chuuya abrazó con amor y firmeza a Dazai entre sus brazos. Paso sus manos con delicadeza sobre la mata de cabellos castaños, se dedicó a besar con inmenso cariño la frente del chico y dejo que más lagrimas decoraran su rostro. Porque Chuuya estaba llorando por los dos.

Por su parte, Dazai se dejó hacer. Dejó que Chuuya lo consintiera, que besara su frente cuantas veces fuera necesario, que hiciera con su cabello un revoltijo y que lo atrapara en sus brazos como jaula a un ave. Sin embargo, los sollozos que parecían incrementar con el paso de los minutos no los permitiría. No si evocaban de manera indirecta la imagen de sus padres.

— No llores, Chuuya, por favor — habló suave Dazai. Trataba de separarse del pelirrojo para limpiarle las lágrimas que caían de su rostro. — No por ellos. Estoy bien, ¿sí? Estoy aquí, mírame — pidió Dazai, buscando el rostro Chuuya con sus manos.

Obediente a sus palabras Chuuya alzó la mirada hacia el castaño, que apacible, embozaba una dulce sonrisa que lo invitaba a acurrucarse sobre su pecho. Aceptando la invitación, Chuuya se acostó con Dazai sobre la cama y descansó su cabeza sobre el corazón del muchacho; escuchando cada uno de sus latidos.

— Lo siento — susurró Chuuya después de unos minutos, lamentándose. — Al final soy yo quien siempre termina siendo consolado.

— Eso no es cierto. — Lo estrecho en sus brazos Dazai. — Me gusta tenerte así, entre mis brazos. Me reconforta.

— ¿De verdad? — preguntó en un hilo de voz Chuuya, comenzando a dibujar círculos con sus dedos sobre el torso del castaño. — Yo creo que soy un consuelo bastante deprimente, apenas si puedo contener mis ganas de llorar, pero es que...

— ¿Qué?

— Los detesto ¿sabes? ¿cómo pudieron hacerte eso? — soltó Chuuya, reflexivo, mientras apretaba una de sus manos en un puño inconsciente. — ¿Cómo se atrevió a volver después de tantos años? Yo... no puedo entenderlos. No logró hacerlo.

— Quizá no es necesario que lo hagas. Fueron terribles, lo sé — sonó temblorosa la voz de Dazai, quien alzó con delicadeza el mentón de Chuuya para hablarle — pero ellos no merecen ni un gramo de tu odio, Chuuya. Puedo elegir tener mi propia familia ahora y te elijo a ti en ella. Así que tú... tú ¿podrías darme una segunda oportunidad? Haré las cosas bien esta vez — aseguró con convicción.

Una sonrisa de satisfacción ilumino el rostro del pelirrojo.

— Ya estabas tardando con esa pregunta — molestó Chuuya al castaño, robándole una sonrisa. — Haber, déjame pensar...

— ¡Chuuya! — se quejó en tono infantil Dazai.

— Claro que te doy una segunda oportunidad, Dazai — río Chuuya.

— ¡Sí! — celebró Dazai, besando la mata de cabellos rojizos con dulzura. — Gracias, Chuuya, prometo que no habrá más misterios entre nosotros. Estoy dispuesto a responder cualquier pregunta que tengas.

— ¿Ah sí?

— Claro, ¿hay alguna que tengas en mente, chibi? — le preguntó curioso. — Puede ser íntima si tanto te mata la intriga — le guiño un ojo Dazai, travieso.

Zurcir [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora