Epílogo

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Existen muchas vías para llegar a lo que el destino tiene preparado. Seguir aquel hilo rojo que se piensa te une con la persona que está destinada a ti. Es normal querer que todo encaje en los lugares correctos. Que todo sea tan perfecto y lógico, cargado de aquellas emociones exultante y alegres.

Hay vías que pueden tardar más de lo necesario. Otras pueden desviarse en el camino. Algunas, quedar varada en en un sendero.

Y están las vías que no se vuelven a encontrar.

El reclamo de una banda fue exorbitante. Un año completo de giras musicales por toda América para después comenzar con otro año aún más cargado de la demanda de los fans que surgían por todo el mundo.

Sweet Hell fue, denominada con los años, una de las bandas más influyentes de esos tiempos. Pedían su presencia hasta en los lugares más recónditos y en sociedades conservadoras no mostraban un ápice de vergüenza al mostrarse como las mujeres capaces que son.

Cada vez que la vuelta a casa, a si hogar, se hacía visible, aparecían peticiones de otro lugar al que ir y viajar para dar los mejores conciertos.

Con toda esa pasión, ese amor por su música, fue evidente que adoraban estar en el escenario, hacer surgir sonrisas, provocar llantos, transportar sus emociones a otras personas con letras realistas.

Era demasiado notable que se dedicaban en alma y espíritu a su trabajo como ídolos.

Pero en lo más profundo de aquel grupo, todas sabían que una de ellas había sacrificado algo que amaba por hacer lo que amaba.

Diana jamás tuvo problema alguno con Jerry por la distancia, debido a que él fue conocido como el fotógrafo de su banda. Pasaban todo el tiempo que querían juntos.

Ruby no le interesaba recordar algo más que sus padres de Canadá. Ellos eran lo único que ella podía recordar con amor de esa casa en donde sufrió tanto. Prefería dedicarse en completa pasión a lo que adoraba.

Jane y Josie eran lo más precioso que podía existir, a pesar de que cada dos minutos discutían por algo estúpido para terminar riendo como dos colegialas enamoradas.

Y solo quedaba ella.

La nostalgia la atacaba de vez en cuando, preguntándose como estaría ese chico molesto al que conoció en uno de sus conciertos.

La tristeza por dejarlo e irse a cumplir su sueño.

El amor que sentía por él, que no le pidió renunciar a su deseo solo para que estuvieran juntos.

Anne era la única que seguía dividida entre sus dos anhelos. No podía ir y pedirle al chico que dejara toda su carrera, su hermana, su madre, solo para poder acompañarla en su gira.

Tampoco pudo pedirle que la esperara.

Ella era muy consciente de que los sentimientos podían cambiar, y no podría vivir con la incertidumbre de qué pasaría con los sentimientos de Gilbert. No quería atarlo a un futuro incierto.

En ese momento de despedida, se dictaminó que jamás volverían a encontrarse porque cada uno tendría una forma de hacer su vida. Él haría todo lo posible para convertirse en doctor y llevar una relación madre/hijo con la mujer que le dio la vida, mientras que ella sería una de las mejores cantantes compositoras que se pudiera haber visto.

Sin embargo, Anne Shirley-Cuthbert es conocida por darle vueltas al destino y no cumplir con lo que otros quieren para ella. Gritándole unos cuantos insultos al cielo y al maldito destino que quería ordenarle quedarse quieta y alejada del chico que amaba, terminó su discurso a nadie en específico, con una sola frase.

𝑽𝒆𝒓𝒂𝒏𝒐 (𝑨𝒏𝒏𝒆 𝒙 𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora