Capítulo 14

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Mini maratón 2/2

Anne

Entonces, soy tu daddy, ¿no?

¡Será idiota! 

—¡No! ¡Eso no lo envié yo! —Probablemente parecía loca gritándole al teléfono—. Fue Josie, mi amiga.

—Le quitas lo divertido a la vida. Bueno, ¿para qué llamabas? Y de un número desconocido, además.

—Necesito que vengas a buscarme.

—¿Ah?

El policía me apresuró con la mirada.

—Necesito que vengas a buscarme a la estación de policía de Halifax. Ahora. No puedo decirle a Daniel que venga porque todo el mundo se va a enterar que mi representante va a venir a buscarme. 

—¿Qué demonios haces en la estación de policía?

—Estoy aquí por agresión física. ¿Vas a venir o no?

—Estoy en diez.

Colgué y le entregué su teléfono al guardia que estaba ahí.

—Eso estuvo bien —dijo él, sentándose en la silla enfrente de la fría celda en la que me habían encerrado cuando me vieron con el bate y la madre del canalla me acusó de maltratadora. Luego, los padres de Ruby acusaron al primo de violador.

Él también estaba en una celda, pero de otra estación porque al parecer los policías sabían que si lo seguía teniendo delante de mi, lo iba a golpear.

—¿Qué cosa? —inquirí.

—Hacerle eso al chico. Creo que debiste venir a poner la denuncia primero, junto con la otra chica, pero eso estuvo bien. Un hombre que daña a una chica indefensa no merece ni la más mínima compasión.

Lo miré perpleja.

—Lamentablemente —prosiguió—, el estado no lo ve así. Hay policías que no lo ven así. Probablemente le vayan a dar años de cárcel, pero no lo suficiente. No le darán lo que merece. Nada podrá pagar el daño que tu amiga sufrió. Y creo que tú y un bate de béisbol son un arma mortal.

—No lo entiendo. Creí que todos los policías eran unos misóginos que hacían caso a ciegas delante de una ley que desampara a los justos y protege a los políticos ladrones del pueblo.

Él esbozó una sonrisa. —La mayoría es así, pero cuando creciste lleno de hermanas, en un ambiente machista, donde ganaba el más fuerte, aprendes que la vida no es tan fácil como simplemente hacer caso. Mi hija, no se si la conoces, es Prissy Andrews. 

Abrí los ojos con tanta sorpresa que seguramente el hombre pensó que se me iban a salir.

—¿Prissy? ¿La mayor expositora del feminismo en todo Canadá? ¡Sería un pecado no conocerla!

—Entonces sabes por lo que tuvo que pasar en su adolescencia, ¿no?

—Sí. No es un secreto todos los abusos que pasó por parte de sus maestros.

—Y no descansé hasta que cada uno de esos maestros estuviera detrás de las rejas. Abusadores, violadores, victimarios. Estoy dentro de un cuerpo policial en donde, como dices, se protege al injusto, al malo. Pero desde abajo se empieza el cambio. Desde aquí, en esta pequeña estación de policía, voy a lograr que cada uno de ellos piense como tú, piense como yo. Porque si mi hija pudo revelarse en contra de todo lo que querían para ella, si pudo pararse enfrente de toda su escuela para gritar a los cuatro vientos lo mal que había sido tratada, yo puedo cambiar mi entorno. Estoy seguro de que si le cuento esto a Prissy, se va a sentir orgullosa por ti. Y no te preocupes, la agresión física fue leve. Vas a tener que pagar una multa, pero él va a ser sentenciado a años de cárcel. 

𝑽𝒆𝒓𝒂𝒏𝒐 (𝑨𝒏𝒏𝒆 𝒙 𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora