Capítulo 5

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27 JUNIO 2020

Gilbert

—¡Gillian! ¡Bajas tú o te bajo yo! —grito apurado. 

Estábamos atrasados. Se suponía que mi tío Bash nos había invitado para una cena especial y por culpa de ella y sus problemas de chicas ibamos a llegar jodidamente tarde.

Ella baja corriendo por las escaleras, descalza. Lleva sus tacones colgados en un brazo mientras se echa una crema en sus rizos.

Tres malditas horas arreglandose para que no esté lista.

Dios, dame paciencia.

—Ya estoy casi lista —dice, poniendo una mano en mi hombro para apoyarse mientras se pone los tacones.

—Eso dijiste hace una hora.

—Es que no me gustaba como se me veía el vestido azul.

—Ni el amarillo, ni el rojo, ni el celeste. Terminaste poniendote tu primera opción —murmuro.

Gillian entrecierra los ojos en mi dirección, terminando de ponerse los tacones.

—¿Estás seguro de que mamá no irá? —pregunta, mirandome nerviosa.

—No irá. Sabes que le incomoda estar con personas que no conoce y según tengo entendido, Mary invitó a unas personas más.

Asiente, caminando fuera de la casa. Tomo las llaves del auto y juntos salimos. Ibamos a llegar mucho mas tarde porque de aquí a ese pueblito eran dos horas y la cena comienza en una hora. 

Odio que las mujeres se tengan que arreglar tanto. ¿Por qué no pueden simplemente ponerse un jean, una camiseta y listo? ¿Por qué ese afan de verse como muñequitas de porcelana?

Bien que te gustaba una muñequita de porcelana.

Cállate, conciencia.

Mi hermana pone una canción de esas chicas a las que idolatra como si fueran dios mismo. ¿Por qué existen fanaticos así de locos? Comienzo a manejar, suicidandome mentalmente por tener que salir de mi casa.

No me apetecía salir y menos ahora que estaba enojado con todo el mundo, pero Bash, mi tío—que era solo tres años mayor que yo—, siempre había estado ahí para nosotros y es nuestro deber hacer lo mismo, porque esas personas que están para ti cuando el mundo se destruye a pedazos merecen el cielo.

Efectivamente llegamos dos horas después y me sorprendió ver que era un pueblito bastante rustico, aunque tenía un aire de modernidad. Estacioné el auto en el estacionamiento compartido que había en ese lugar, rogandole al cielo que nadie viniera a robarmelo. Aunque creo que todos confianban bastante entre ellos como para tener un estacionamiento compartido.

Bash me había mandado una foto de la casa—muy linda—, junto con la dirección, asi que comenzamos a caminar en busca de aquella casa. Algunas personas nos miraban con curiosidad, cuchicheando entre ellos. Gillian saludaba a todos, alegre. 

Demasiado alegre para el bien del mundo. 

Para nuestra suerte, Bash salió a nuestro encuentro cuando ya creí que estabamos perdidos.

—No debería sorprenderme que hayan llegado tarde —dice, abrazandonos.

—La culpa es de ella —menciono, señalandola.

—Ustedes jamás van a entender lo que tiene que pasar una mujer para poder verse guapísima —dice, muy digna.

—¿Y para que te arreglas si nadie te va a ver? —inquiero, confundido.

𝑽𝒆𝒓𝒂𝒏𝒐 (𝑨𝒏𝒏𝒆 𝒙 𝑮𝒊𝒍𝒃𝒆𝒓𝒕)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora