Bienvenidos sean todos a Derry
Te invito a flotar conmigo, aquí todos flotan... todos flotan
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El número 8 significa el comienzo. Simboliza la transición entre el cielo y la tierra, y escrito horizontalmente, representa el infin...
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ZARPAZOS ESTILO LIBRE
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La chica volvió a gritar ante un nuevo zarpazo. Estaba segura de que iba a arrancarle la cabeza, pero la zarpa pasó frente a ella fallando por escasos centímetros. La fuerza del manotazo le apartó el pelo sudoroso de la frente —¡Haioh, Silver, Arreeee! – vociferó Bill a todo pulmón. Había llegado a la cima de una pequeña cuesta. No era mucho, pero bastó para dar impulso a Silver. Los naipes empezaron a zumbar. Bill pedaleaba furiosamente. y Nat giro su cabeza para ver como bajaban a toda velocidad.
"Gracias a Dios, gracias a Dios, gracias a Dios – pensaba Nathalia, incoherente – Gracias a..." - El hombre–lobo volvió a rugir ("Oh, Dios mío, parece que estuviera detrás de mí") y Nat perdió el aliento: algo tiraba de su camisa y de su chaqueta, estrangulándole la garganta. Emitió un ruido gorgoteante y logró aferrarse a Bill un segundo antes de verse fuera de la bicicleta. Bill se inclinó hacia atrás, pero siguió aferrado al manillar. Por un momento, Nathalia pensó que la bicicleta se limitaría a alzar la rueda delantera, arrojándolos a ambos. En ese instante su chaqueta se desgarró por la espalda con un fuerte ruido que, extrañamente, sonó como un grotesco pedo. Volvió la cabeza y se encontró con aquellos ojos cenagosos, asesinos - ¡Bill! –Trató de aullar el nombre, pero salió sin fuerza, sin sonido. De cualquier modo, Bill pareció oírlo. Pedaleó más que nunca en su vida. Era como si las entrañas le estuvieran subiendo, perdiendo anclas. En el fondo de la garganta sentía un dulzón gusto a sangre. Los ojos le sobresalían de las órbitas. Su boca colgaba, abierta, tragando aire a paladas. Y lo llenó un descabellado, irresistible entusiasmo, algo salvaje, libre, totalmente suyo. Un deseo. Se irguió sobre los pedales, instándolos, castigándolos.
Silver siguió cobrando velocidad. Ya empezaba a sentir la carretera. Empezaba a volar - ¡Haioh, Silver! – gritó otra vez – ¡Haioh, Silver! ¡Arreee! - Nathalia seguía escuchando el veloz golpeteo de los zapatos en el pavimento. Cuando se volvió a mirar, la zarpa del hombre–lobo la golpeó por encima de los ojos con una fuerza entumecedora. Por un momento, Nat pensó que se le había desprendido la tapa de los sesos. Las cosas parecieron súbitamente opacas, carentes de importancia. Los sonidos iban y venían. El mundo perdió color. Giró hacia adelante aferrándose desesperadamente a Bill. La sangre caliente le chorreó hasta el ojo derecho, ardorosa. La zarpa voló otra vez golpeando el guardabarro trasero. Nat sintió que la bicicleta se balanceaba locamente, a punto de caer, pero volvió a enderezarse - ¡Haioh, Silver, arree! - grito de nuevo su hermano, pero eso también sonó lejano, sólo un eco oído en el momento de apagarse. Nat cerró los ojos, prendida a Bill, y esperó que llegara el final. Bill también había oído el sonido de los zapatos y comprendió que el sujeto aún no renunciaba, pero no se atrevió a mirar - Vamos, muchacho – pensó – ¡Dámelo todo, todo lo que tengas para dar! ¡Vamos, Silver! Una vez más, Bill Denbrough se encontró corriendo como si lo llevara el diablo. Sólo que ahora huía de un diablo disfrazado de hombre lobo.