Capítulo 13

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Capítulo 13

Wilmington era una ciudad preciosa, con su lago cristalino y sus parajes verdes, pero Nueva York tenía ese aura mágica que tanto me llamaba la atención: la vida que se respiraba en sus calles, el movimiento, las luces, el brillo

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Wilmington era una ciudad preciosa, con su lago cristalino y sus parajes verdes, pero Nueva York tenía ese aura mágica que tanto me llamaba la atención: la vida que se respiraba en sus calles, el movimiento, las luces, el brillo... Me encanta absolutamente todo de Nueva York.

Aunque si había algo más bonito que Nueva York era Nueva York en invierno, cubierto por esa capa de nieve.

Adoraba la ciudad.

Cuando llegué aquel veintidós de diciembre, mamá y Kevin estaban allí, esperándome con un gran letrero que tenía mi nombre. Sonreí nada más verles. Kevin apenas había cambiado desde la última vez que lo había visto, en verano, y mamá estaba eufórica, con las mejillas ruborizadas por el contraste de la temperatura. Qué guapa estaba y es que Christina Price era como el vino: cuantos más años tenía, mejor estaba. Tenía sesenta años, algo que le sorprendía a la gente cuando se enteraba que era mi madre.

Peor para ellos. Que pensaran lo que quisieran.

Maleta en mano, corrí hacia ellos y me dejé envolver por su cálido abrazo.

—Abejita, ¡qué alegría verte!

—¿Estás más alta, tesoro? Qué guapa que estás.

Mamá lloraba de felicidad y mi hermano nos estrujaba con fuerza.

—Os he echado tanto de menos —les dije también con los ojos bañados en lágrimas. Llevaba mucho tiempo sin verlos; las videollamadas semanales no eran suficientes, ni las llamadas, ni los mensajes de texto.

—Y nosotros a ti.

Mamá y yo llorábamos como magdalenas mientras que Kevin veía la escena con una gran sonrisa dibujada en los labios. Los dos iban forrados de arriba abajo, con bufandas, guantes, gorros y chaquetones; yo había sido precavida y también había metido mucha ropa de abrigo. Si bien en donde vivía no hacía tanto frío en invierno, en Nueva York sí.

Al salir al exterior, el aire helado de la tarde nos invadió. Todo estaba blanco y los copos de nieve caían con suavidad. Me encantaba la Navidad, la magia que había en el ambiente. Era una de mis épocas preferidas del año.

Llegué a aquel piso en el que había pasado gran parte de mi infancia media hora después. Todo era tan familiar y cálido, todo estaba tal cual lo había dejado la última vez. Por poco me puse a llorar de nuevo. La sala de estar seguía igual de ordenada, la mancha del sofá —esa que hice sin querer cuando se me cayó un poco de chocolate caliente cuando era una mocosa— seguía allí, mi habitación estaba igual... Había añorado mi casa, muchísimo.

Me di una ducha bien larga y calentita, me puse un pijama de pelos y me puse al día con mamá. Kevin se fue poco después de que llegara a casa y ahora estábamos las dos solas de nuevo, como llevábamos desde hacía unos años.

Venus. Luz y oscuridad (Serie «Chicas guerreras» 1) (#PGP2021)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora