Capítulo 29

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Capítulo 29

Sentí una suave caricia en el hombro

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Sentí una suave caricia en el hombro. Intenté hacer caso omiso y seguir durmiendo. Estaba tan a gusto... Por primera vez en mucho tiempo había conseguido alejar de mí ese mar de oscuridad que parecía asfixiarme cada noche, que no me permitía descasar del todo. Por primera vez dormía de un tirón: sin pesadillas ni sueños perturbadores ni pasados trágicos.

Volví a sentir esa caricia, como una pluma. Ahora un ligero hormigueo se extendía por mi mejilla camino de mis labios. Di un manotazo, negándome a abrir los ojos. Escuché una carcajada ronca desde el otro lado de la bruma de ensueño que aún me envolvía. Sin embargo, pese a que ya estaba medio despierta, no abrí los ojos, todavía no. Estaba tan a gustito allí, tan calentita, que no quería moverme, no durante al menos unos minutos más.

—Vamos, dormilona, arriba, que se te pegan las sábanas.

Me solté de su agarre y me di media vuelta.

De nuevo, escuché su risa ronca. Supuse que se habría despertado hacia poco tiempo. Volvió a poner sus manos sobre mí y, esa vez, dejó suaves besos en el hombro que al final me arrancaron pequeños suspiros.

—Sé que estás despierta, preciosa.

—Un minuto más, por favor —supliqué como una niña pequeña.

Ahora sus dedos me delineaban los labios con ternura. Me volví para quedar cara a cara y abrí los ojos de una vez. La luz era tan intensa que tuve que medio cerrarlos durante al menos unos segundos, además de que me quedé medio ciega.

Maxwell me depositó un beso en la punta de la nariz.

—Venga, perezosa.

Solté un quejido. Con muy pocas ganas de levantarme, hice las sábanas y el edredón a un lado, me incorporé y me estiré sin ninguna vergüenza. La camiseta que me había prestado la noche anterior se me subió lo justo para que se me viera la tela negra de las bragas. Sus ojos fueron allí donde me devoró la noche anterior. No pude evitar sentir que me ardían las mejillas ante la intensidad que se apoderó de su mirada.

Cogí el bolso que había llevado la noche anterior. Desbloqueé la pantalla de mi teléfono y casi se me salen los ojos de las cuencas al observar que eran casi las dos del mediodía. Con razón tenía tanta hambre. Dios, hacía años que no dormía tanto y tan bien.

—¿Qué te parece si improvisamos un menú? —propuso con esa sonrisita irresistible a la que me costaba mucho decir que no.

—Me gusta el plan —respondí imitando su gesto.

Tiró de mí hacia las escaleras. Su casa era enorme. Sí, la que tuve en Nueva York no es que fuera tan pequeña, con ese espacio extra para que Kevin pudiera ensayar cuando aún vivía con nosotras y que transformé a posteriori en mi gimnasio particular; pero la de Maxwell era más grande. Tenía un cocina monstruosa, las habitaciones de la primera planta tenían su propio baño e incluso Maxwell contaba con su propio estudio de grabación. Por no hablar del enorme y bien cuidado jardín trasero que tenían, con una terraza donde, me dijo, hacían barbacoas y comían en verano.

Venus. Luz y oscuridad (Serie «Chicas guerreras» 1) (#PGP2021)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora