Tras ese doloroso acontecimiento, la vida de Madeline pendía de un hilo aún más que antes, aunque trató de sobrellevarlo como podía apoyándose en otras personas.
Sin embargo, al instante en que abrió esa puerta y una oleada de recuerdos regresaron a...
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Llegar siquiera a pensar que tener a mi ex novio, padre de mi hija que, de paso, era un sociópata, en la misma habitación que mi pareja actual iba a salir bien, me hacía cuestionar sobre lo perceptiva que podía llegar a ser.
Exhalé aire al menos unas veinte veces al ver la guerra que había comenzado entre ellos.
—Y, ¿a qué te dedicas, Maxon? —indagó Roy ya frustrado por la mirada amenazadora que estaba sobre él.
—No querrás saberlo. —Tajó Matthew.
—Acabo de preguntarlo, creo que por algo es.
—Chistosito veo —masculló Matthew entre dientes—. Nada en específico, hago lo que me conviene, lo que me dé para subsistir.
—¿Así que no tienes nada definido?
—Es exactamente lo que acabo de decir —espetó con tono huraño evitando volcar sus ojos, pero enarcando una ceja.
—¿Algún pasatiempo al que dediques tu voluntad pasajera?
—Si quieres, te enseño.
—Suficiente —zanjé separándome de la pared en la que me había apoyado inconscientemente.
—¿Qué pasa, Sprouse? Solo estábamos conociéndonos mejor. —Siguió hablando el mayor de los hermanos con una sonrisa malvada asomándose en su rostro.
—¿No les bastó con eso? Me pareció lo justo y necesario. —Reclamé fulminándolo con la mirada.
Él se limitó a cuadrar los hombros y volver a su expresión neutral de siempre, bueno, al menos de antes, luego sacó un paquete de lo que parecían ser cigarros de su bolsillo y se encaminó hacia el mini patio trasero que teníamos. Me mordí el labio conteniéndome de seguirlo y enfoqué mis ojos en Roy que no había despegado los suyos de la puerta por la que había desaparecido el chico.
Sabía lo que pensaba, pero no lo diría. Él no era tan sincero como lo era Matthew, no te comentaría lo que se le cruzara por la cabeza sin filtros. Si sabía que podría afectarte, prefería guardárselo. Apreciaba eso de su forma de ser, aunque a veces era demasiado malo mintiendo y terminaba enterándome de lo que pensaba de igual forma.
Sin querer, una risita se escapó de mis labios y esta vez sí, giró su cabeza hacia mí, me dio una sonrisa de boca cerrada y se puso de pie para darme un corto beso y rodear mi cintura con sus manos.
—¿Sabes? Marvin y Tiff iban a llevarse a Violet por la noche, tendríamos la casa sola. —Comenté por lo bajo para que él solo pudiera escuchar.
—Me acabas de alegrar el día, no, la semana.
Sonreí sobre sus labios volviéndolo a besar.
—Wuacala —pronunció una vocecita a nuestro lado, ambos reímos.
Violet estaba parada en el último escalón de la escalera observándonos por encima de su libro que llevaba abrazado a su cuerpecito. Su pequeño vestido amarillo se había arrugado y su cabello estaba revuelto, lo que me indicaba que se había lanzado a la cama a leer sin importarle mis advertencias de que se mantuviera arreglada.