Capítulo 36

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Lo que siguió de esa mañana lo utilizamos más para descansar y despejar la mente ya que la familia de Tiff había vuelto a salir

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Lo que siguió de esa mañana lo utilizamos más para descansar y despejar la mente ya que la familia de Tiff había vuelto a salir. Pero todos sabíamos que, aunque no lo habláramos directamente, en nuestros pensamientos resurgían una y otra vez las mismas palabras, las mismas imágenes, las mismas ideas. Parecíamos sumergidos en nuestro propio mundo en el que calculábamos todas las posibilidades sobre esto.

Matthew y yo ni siquiera habíamos hablado, por decisión de los dos, no me sentía completamente preparada para hacerlo. Limité nuestros encuentros a pequeñas sonrisas y miradas para luego cada quien ir por su lado. Él de vez en cuando se detenía y parecía tener intenciones de ir conmigo, pero se arrepentía al no verme reaccionar ante esto. Cosa que agradecía.

Violet había ido al jardín así que, en cuanto Tiffany la pasó a buscar, ella llegó corriendo hacia a mí y yo la mantuve abrazada un buen rato. Cuando se separó rebuscó algo en su mochila. Yo fruncí el ceño viéndola tan ansiosa. Pareció encontrar lo que quería y con una sonrisa, sacó cuatro papeles. Me entregó uno y se me llenó el alma de felicidad, era un dibujo hecho con sus propias manos de nosotras dos juntas. Besé su cabeza y dejé apoyada mi frente contra la suya.

—Está precioso, amor.

—¿Te gusta? Hice para todos, para la madrina, el padrino y Maxon.

—Seguro les va a encantar, ve a dárselos —la incentivé y ella, regalándome una última sonrisa alegre, salió disparada para arriba por donde Tiff ya había desaparecido.

Observé con cierto recelo las escaleras y me acomodé en el sillón de la sala de estar observando fijamente la pantalla apagada del televisor. Supe, entonces, que era lo que quería hacer. Corrí escaleras arriba y, aprovechando que todos estaban distraídos por Violet, me escabullí en la habitación de Tiffany y le saqué ropa deportiva que me coloqué con rapidez. Bajé otra vez amarrándome una coleta y me fui para el patio trasero sin avisarle a nadie. Sabía que se enojarían por eso porque querían mantenerme controlara, pero me daba igual.

Ya allí, caminé hasta un quincho que había allí y abrí la puerta que, por suerte, no estaba cerrada bajo llave. Dentro había muchas cosas para entrenar. Una vez Tiff me había hablado sobre ello, sin embargo, nunca me había dejado tocarlas, por si yo terminaba lastimada. Saqué la bolsa de boxeo y la colgué en un gancho libre que había en el techito de la galería. Me vendé los nudillos, me posicioné frente a él y comencé a golpear.

Le di con los dos puños reiteradas veces y luego empecé con las patadas. Al cansarme de ello, arrastré un par de colchonetas hacia afuera y traté de practicar varios movimientos que había aprendido.

—Sería mejor con un compañero —objetó alguien a mi lado y yo me sobresalté poniéndome rígida—. Tranquila, no te asustes.

—He perdido la costumbre, Hendrix.

—Me he dado cuenta. ¿Puedo? —preguntó señalándome. Yo asentí en respuesta.

Él se acercó a mí con paso vacilante y yo no despegué mis ojos de su rostro. Cuando estuvo frente a mí, noté la diferencia de altura y me entró algo de preocupación. ¿Podría enfrentar a alguien así?

Our Demons✔ [Dementia #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora