Prefacio

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Podría decirse que ella era un completo misterio. Era como niebla que desaparecía cuando llegaba el sol. No me malinterpreten. Cuando yo la conocí, caí rendido a sus pies al apenas curzar un par de palabras. Sin embargo, me evitaba cuando la conversación iba por su mejor rumbo. De ahí mi comparación con la niebla, cuando por fín lograbamos una cálidez entre ambos, se dispersaba. 

Ella era terca. 

Pero yo lo era más.

Y gracias a esa actitud -aunque lo consideraré más como "perseveracia"-, logré mi cometido.

Todo para que al término de tres años de una desastrosa relación llegara a su fin de una forma que es bastante típica y común de ver.
Siempre fui un chico problema, mi vida personal y escolar fue un completo desastre; y con la llegada de ella a mi vida, sorpresivamente, todo se puso peor.

No entendía el porqué de lo que estaba pasando. Quería reaccionar, pero mi cuerpo no respondía. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo de pies a cabeza y al momento de llegar a esta, ahí permaneció junto a un estado de ansiedad y furia. Poco a poco empecé a recobrar mis sentidos y el aturdimiento se fue. Tomando fuerza de voluntad y con mis manos hechas puños, caminé hacia ella, estaba en un callejón entre una pequeña tienda de cigarros y un local de ropa. Al estar detrás de ella, la tomé del hombro y con un movimiento rápido la giré hacia mí separandola de forma brusca del tipo con el que unía sus labios engañandome.
Ella me miró sorprendida. Él solo se quedó de pie de forma neutra sin perder de vista de mi expresión furiosa, como si no le afectara lo que estaba pasando. 

Titubeando mi nombre, trataba de excusarse.

Encajé mis uñas en las palmas de mis manos de la fuerza con la que las apretaba. Era la única forma en la que procuraba no llorar de impotencia. Mi mirada se clavó en los ojos de ella, quien desviaba la suya con el propósito de evitarme. Sus manos se levantaron en seña de quererme tranquilizar. Yo era un chico violento, quizá, ese fue motivo suficiente para que ella creyera que le cortaría la cabeza. Exigí una respuesta. No la obtuve. Solo recibí reclamos.

Ella empezó a gritarme cosas que realmente no recuerdo. Mi visión comenzó a distorsionarse y comencé a sentir mi cuerpo real. El resto de la historia almacenada en mi memoria no logró proyectarse bien debido a la hora.

Ya era hora de despertar.


REBORN [2Jae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora