Capítulo 1

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Mis arenosos ojos comenzaron a abrirse con dificultad mientras las imágenes mentales de la reciente pesadilla retumbaban en mi cabeza una tras otra. Giré la cabeza hacia mi lado izquierdo con la finalidad de ubicar el reloj y así poder ver la hora. Con un intento de la vida de hacer mi despertar un poco menos desagradable, mi gato dormía en la mesita de noche con su trasero sobre el reloj.

—Vamos, baja de ahí— sonreí extendiendo mi brazo fuera de las mantas para acariciar la cabeza del felino—. ¿Qué no tienes una cómoda cama a un lado de la mía? Desapareces toda la noche y te apareces a esta hora, vaya sinvergüenza.

Ronroneó y de un salto llegó a mi cama para dejar caer su gran retaguardia a un costado mío.

—Buen chico— volví la mirada a la mesita de noche. Eran las cinco treinta y seis de la madrugada, por lo que me incorporé en la cama girando mi cuerpo sentado hacia afuera de esta y coloqué mis pies dentro de las sandalias que había en el suelo. Me puse de pie y busqué ropa cómoda para salir a correr, como todas las mañanas.

Como el horario de verano comenzó hace unas semanas, añadiendo la hora a la que me levanto, el cielo estaba oscuro aún. Ese tipo de ambiente era mi favorito; una mañana algo oscura y silenciosa. 

Vestido con un suéter negro que cubría una gran camiseta de Naruto que tenía desde los doce años, unos pantalones cortos y zapatillas deportivas que un primo olvidó hace tiempo.
Yo no compraría productos que sean específicamente para algo. Por ejemplo, comprar zapatillas deportivas para correr. Yo lo hacía con cualquier par de zapatillas que tuviera al alcance. Pero ya que mi primo olvidó su par la ocasión que vino a dormir a mi casa -ya que su madre lo echó de la suya por ebrio-, procederé a usarlas y ahora que lo pienso, creo que se fue descalzo.

Sin dar más rodeos, tomé mis audífonos junto a mi celular y salí de mi casa sintiendo el suave viento mañanero en mi rostro. 
Cerré la puerta y de nuevo esa sensación. Sentí una mirada. Empezó hace unas semanas, y aunque pensé que era mi imaginación múltiples veces, era demasiando frecuente dicha percepción.
Pero como siempre, lo pasé por alto y comencé mi rutina.


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En el camino de regreso, troté hasta llegar. Al entrar a mi perímetro y casi al llegar a la puerta una voz me llamó.

—¡Hyung! Buenos días— era el adorable hijo de mis vecinos. Un chico joven de cabellos castaños con un peculiar lunar debajo de su ojo y otro adornando el centro de su cuello. Noté que estaba realizando algún trabajo de jardinería por los guantes que llevaba puestos.

Volteé a verlo y sonreí un poco falsamente. No tengo relación alguna con él, de hecho, es la primera vez que lo veo desde hace tiempo. Y creo que lo noté un poco tarde porque mi expresión algo neutra hizo que las comisuras de sus labios que formaban radiante sonrisa fueron bajando lentamente.
Maldije para mis adentros. No quería perder más tiempo, pués debía ir a trabajar. Sin embargo, tampoco quería hacer llorar al chiquillo. 

Me acerqué para saludarlo más apropiadamente.

—Buenos días— recité. Su sonrisa volvió. Quizá no podía verlo por la valla que nos separaba, pero podía jurar que movía sus pies como niño pequeño emocionado.—¿Qué haces despierto tan temprano? Deben ser como las seis y media de la mañana.

—Bueno, anoche me pareció ver a un gato jugando en mis rosas. Así que después de prepararme para ir a la universidad, vine a revisarlas y en efecto, algunas están algo aplastadas, pero nada que no se pueda arreglar.

—Suerte con eso.

Me di la vuelta y me dirigí a mi casa.

—¡Nos vemos, JaeBum hyung!

—Nos vemos... hmm... chico— dije sin dejar de caminar hacia mi casa levantando una mano en señal de despedida. No recuerdo siquiera su nombre, si es que alguna vez lo supe.

Entonces, comencé a prepararme para ir a trabajar. Y al salir de la ducha hacia mi habitación, miré a mi gato jugando con una rosa roja en la cama. 

—Creo... que le debo una dísculpa.


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Al llegar a la empresa y querer estacionar mi auto en el lugar que me corresponde, pero un auto ya estaba ahí y supe de inmediato de quién era.
Busqué por quince minutos un lugar para dejar mi auto y me dirigí a la entrada para atrapar al culpable.
Lo visualicé enseguida y me dirigí hacia él. Estaba charlando con la recepcionista con una postura confiada, lo que me hizo enojar más. Sin dejar de caminar, lo tomé de la parte trasera de la chaqueta de cuero café que llevaba puesta hacia el elevador ignorando sus reclamos con la recepcionista dándome los buenos días desde su lugar.

—¡Vaya forma de darme los buenos días, JaeBum hyung!— se queja mientras lo lanzo al elevador.

—Cierra la boca, Wang. Y mueve tu auto de "MI" lugar—dije presionando el botón del piso donde está mi oficina.— Y deja en paz a la recepcionista. Tú estás casado.

—Sería lindo que me dijeras "Buenos días, Jackson, amigo, que bueno verte de nuevo"—reclamó con una actuada indignación.

—Deja de evadir lo que te digo y obedece.

—Está bien. Tranquilo, hombre. Normalmente eres un malhumorado, pero parece que hoy te despertaste con ganas de superarte a ti mismo.

—Siempre hay que superarse así mismo— sonreí.— Y espero que si vas a andar de infiel, le pidas el divorcio a tu esposo antes. Odio a la gente infiel.

—¡No estoy siendo infiel!, solo le preguntaba a la recepcionista a qué hora llegabas para asegurarme de estacionarme en tu lugar antes que tú, ¿Acaso un hombre no puede charlar con una mujer sin que todo el mundo se vuelva loco?.

—Bueno, en tu caso sí. Eres demasiado social—dejaré pasar por alto el hecho de que se atrevió  a escupir sin descaro lo de mi estacionamiento.

—Social no es sinónimo de infiel.

—Tu suegro no opina igual que tú. Creo que por eso no te deja ver a tu esposo, ¿No es así?

—¡Hoy estás siendo muy cruel!—exclamó mientras yo bajaba del elevador para dirigirme a mi oficina.

Caminé sin voltear a verlo dirigiendome a mi destino con sus reclamos sonando cual mala música de fondo.

—Buenos días, Jaebeom hyung— la aguda voz de Yugyeom hizo dirigir mi vista hacia él. Un chico bastante alto -casi lo siento como una falta de respeto el serlo- con una sonrisa infantil decorando su pálido rostro. Sentado en un improvisado escritorio colocado casi de inmediato a mi oficina. Él era una especie de secretario sin paga. 

—Buenos días— respondí sin detener mi caminata. Entré a mi despacho con la risa de Yugyeom detrás mío, ocasionada por un Jackson muy molesto que continuaba gritándo sandeces al borde de lágrimas fingidas, interrumpido por el cierre de mi puerta. 

Otro día común.



REBORN [2Jae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora