Epílogo 3: El País De Las Maravillas

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En la fiesta...

POV Clarke

si te quedas un ratito más,
encontraré el lugar solo para ti y para mí...

Me encontraba sentada después de una larga jornada de baile, eran casi las 3 de la mañana, mis pies estaban por estallar, pero la felicidad que respiraba era plena, intensa e inmensa. Si tendría que definir este momento, la única palabra que me venía a la mente era: "atónita", en ella resumiría todas y cada una de las sensaciones que embargaban mi cuerpo en este preciso instante. Veía a mi alrededor y solo ver sonrisas dibujadas en los rostros de quienes eran participes directos de nuestra unión me llenaba el alma. Ver a Lexa sonriendo sin apartar sus ojos de mí, me provocaba las mismas mariposas que el día que nos vimos y conectamos su verde y mi azul, en una mirada profunda que gritaba que por fin nos habíamos encontrado, para no separarnos jamás. Mis suspiros llevaban su nombre, era la mujer perfecta y justa a mi medida. Conocerla fue un gran descubrimiento y cada vez que la miraba, no me cabía la menor duda de que era lo mejor que me había pasado en estos últimos años.

Era sin duda la persona más fuerte y entregada que tuve la oportunidad de conocer. Conozco cada faceta de Lexa, tuve la dicha de aprender y crecer con ella y de acompañarla cuando todo se ponía más difícil aún. Nos complementábamos y nos completábamos, yo creía en el destino, y que se hayan cruzado nuestros caminos estaba escrito.

Con Lexa desde un principio todo había resultado ser más fácil, más simple. Con ella jamás había tenido que fingir ser alguien que no era, nunca había perdido mi esencia, siempre trate y trato de darle la mejor versión de mi misma, porque ella me motivaba y siempre tuve la claridad, de que era mi persona favorita, en este mundillo, en el cual cada día era una gran labor "subsistir/resistir", pero estando a su lado todo valía la pena.

Con mi esposa, "wow que lindo suena y que afortunada soy", desde el momento que conectamos, siempre trabajamos muy duro en el amor propio, en querernos a nosotras mismas primero, para así dejarnos querer. Sobre todo ella, que venía arrastrando una mala racha, y con todas mis fuerzas quería hacerle ver que no iba a estar sola nunca más, que ella importaba de muchas maneras. Más de una vez quiso alejarme, pero mis ganas de estar con ella pudieron más que las mil trabas que se inventaba. A medida que pasaba el tiempo, fue cogiendo confianza en sí misma y hoy era capaz de lograr todo lo que se proponía, sentía un gran orgullo por mi mujer, por su entereza y sus ganas de comerse al mundo. Cuando al fin había empezado a amarse por quien era y por todo lo que daba a este mundo, fue ahí donde comenzó a ser más feliz poquito a poquito y me resultaba encantadora toda ella, sin duda, ella era mucho para este mundo. Se encontró a sí misma y hoy era mi chica imparable.

Siempre procuramos tratar de enfocarnos en una mente sana, para tener un amor sano, ambas habíamos tenido la mala suerte de vivir una experiencia poco favorecedora en el pasado, que te dejan marcas, pero como bien dicen por ahí "no todas las personas son iguales". Y es justo lo que me pasaba con ella, su forma de ser, su ánimo, su risa, es decir en conjunto lo que era ella en sí, me motivaba a no bajar los brazos y aquí estábamos juntas y más fuertes que nunca. Amándonos más que el segundo anterior.

Yo quería enamorarla de mil formas, yo desde un primer momento me había enamorado de ella. Lexa era la mujer más trasparente que pisaba la tierra, aparte de ser atractiva, su inteligencia descomunal pudo conmigo desde el segundo cero. Desde que estábamos juntas yo solo podía vivir en mi propio país de las maravillas.

No todo había resultado ser fácil, los 9 meses que atravesamos separadas, trajeron una que otra discusión, pero supongo que eran necesarias para que hoy lleguemos a donde estábamos. Tratar de coincidir nuestros tiempos había sido una gran odisea, la diferencia horaria, su trabajo, el mío. Sumada también la lucha diaria de sus "sueños", que más de una vez la dejaban intranquila, y me costaba un mundo no tomarme el primer avión para demostrarle que estaba aquí con ella y que nada ni nadie nos iba a separar. A medida que transcurrían los días era más evidente que ambas nos necesitábamos cerca. Tuvimos la suerte de saber resistir a la distancia y poner en la balanza lo que cada una esperaba de la otra. Los días previos a nuestro reencuentro la había notado con ganas de tirar la toalla, hasta que entendí lo que le estaba sucediendo y era ese sueño donde yo moría. Cuando me lo conto y escuchaba sus sollozos, quería raptarla y llevarla lejos, yo no podía detener el tiempo, no sabía a ciencia cierta que nos deparaba el destino, pero sabía que cada ratito que se quedara a mi lado yo iba a encontrar ese lugar perfecto para ella y para mí. La amaba, estaba enamorada desde siempre y solo me veía a su lado, no había otros brazos en los que quisiera estar que no sean los de Lexa Griffin.

La Pérdida (Clexa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora