4º Llamada: Relatos

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— ¿Hola?

—Hola.

—Hola Yoonji ¿Qué tal has estado?

—Mas o menos bien.

— Me alegro ¿Por qué llamaste?

—Quería decirte que... Le conté a Jimin lo que pasó, ella lo entendió y si quiero salir viene a acompañarme o envía a otro amigo para que lo haga.

—Wow, eso es muy bueno ¿Te gusta?

—No he subido al metro de nuevo, pero si estoy más tranquila.

—Entonces vas bien. Llegado un punto perderás el miedo e irás sola. Tardará, pero ve poco a poco. No te aceleres ¿Vale?

—Sí.

Esa llamada acabo pronto, sin objetivo realmente grande con el cual pudiera extenderse. No obstante, tenía la sensación de que debía contárselo y así lo hizo. Trajo un satisfactorio cosquilleo.

. . .

—Hoy tuve el tiempo de hablar un rato con la novia de Jimin. Se llama Jeonggoo, aunque le dicen Kookie. Ella me dijo que no tiene problema alguno en ver si estoy bien o no.

— ¿Lo dudabas?

—Es celosa y creí que no le hacía mucha gracia que su novia ande tan pendiente de otra tipa con la que tuvo una pseudo relación. Que simplemente le seguía la corriente, pero hablaba mierda con la intención de que eso parara.

—Eres un poquito paranoica ¿No te parece?

—Supongo que yo sería así.

—Entonces eres posesiva.

—Creo.

— ¿Que te dijo entonces?

—Me dijo que no tiene problema en ayudarla e incluso venir ella sola porque... No cree que deba impedirse el ayudar a alguien que no puede ayudarse a sí mismo. Sin importar que no me conozca o no me tenga tanta estima. Que es humana y es incapaz de hacer vista gorda a ello.

—Aww, suena a que es una persona muy tierna.

—Lo es. Casi atolondrada.

—Combina bien con Jimin entonces.

—Es lo que Jimin necesitó al principio. Ojalá ella hubiera llegado antes de lo que llegué yo.

—Todo sucede por una razón. Quizá el destino las encontró no para que fuesen amantes, pero si para que fuesen amigas que se ayudan entre sí. Jamás desestimes tu presencia en la vida de alguien más, no si te ha hecho feliz y a esa persona también. Eres valiosa como cualquier otro.

Se estira en la cama, escuchando la respiración pausada al otro lado de la línea. Da una risita casi traviesa, apoyándose en el escritorio frente a ella.

—Sé que cuesta, pero en algún momento lo entenderás y cuando lo hagas vas a amarte a ti misma como no lo has hecho jamás.

— No siento que merezca eso, tampoco se hacerlo.

—Nadie sabe. Solo sucede.

. . .

— ¿Por qué no siento ganas de levantarme de la cama? He estado cinco horas solo viendo a la puerta queriendo ir, pero al mismo tiempo no tengo ganas para hacerlo.

—Es normal en una persona deprimida que las fuerzas se vayan. Tu mente enferma concluye en descuidar el cuerpo, que todo esté enfermo aún si no es así.

—Tampoco tengo hambre. Me cruje el estómago, pero creo que sí como algo lo vomitaré.

—Escúchame: Estás deprimida, te sientes estancada y varada, no obstante, si te permites enfermar lo que no lo está se pondrá peor. Es complicado. Lo entiendo perfectamente. Sin embargo, tienes que forzarte a ti misma a continuar con tu ritmo de vida así sea uno lento. Un cuerpo sano va a ayudarte a sanar tu mente.

—No puedo.

Sale una especie de sollozo. Es imposible. Siente que su cuerpo no le está respondiendo a pesar de que eso quiere.

Te diré algo un poco brusco: Hay personas que prefieren quedarse enfermas o agravian la situación por atención. Dudo que sea tu caso, pero quiero que hagas lo siguiente: Intenta levantarte, haz un verdadero esfuerzo para ello, ve a la cocina a comer algo y no-vuelvas-a-acostarte. Ten la fuerza de querer estar bien o de otro modo estarás como ahora por mucho, mucho tiempo. Llama ayuda si crees que es imposible y aun así lo quieres.

—No me gusta estar enferma.

Entonces esfuérzate en sanar. Si no lo haces tú, nadie lo hará por ti. Quien más debe importarte en este momento eres tú. Empujarte a continuar.

Gimotea angustiada.

Tras mucho rato finalmente pudo hacerlo a pesar de que tambaleaba sin una razón. Algunos días en la misma situación la llevaron a darse cuenta de que a pesar de su sensación, nada la impide a estar en de pie. A moverse. A comer. Ni siquiera entiende porque tuvo ese bajón para empezar.

Sus llamadas se vuelven casi diarias, hablando sin parar con la persona que tanto le está motivando a seguir viviendo a pesar de que tiene ganas de hacer todo lo contrario. Las últimas veces hay risitas, relatos que no son malos o necesitan de una guía para saber que hacer en esos casos de tormento.

Charlas casi triviales con la voz femenina a la que intenta imaginar un rostro. Por su forma de hablar debe ser alguien ya un poco mayor. De treinta y ocho para arriba mínimo, de las que siempre se peinan con un moño, cabello decolorado y rubio. Tal vez rellena. Siempre que hay alguien hablando de quererse a sí mismo debe ser con kilos de más según la sociedad y esa persona los aprendió a aceptar como parte de sí.

Ahora que lo piensa ni siquiera sabe su nombre. Es lo normal considerando y suponiendo que realmente se cree que trabaja en una línea para suicidios. Sin embargo, llegado a este punto es imposible decir que no siente curiosidad por su interlocutora y de si es realmente como imagina que es.

—Mañana regresaré a trabajar.

— ¡BRAVO!

—Jimin también trabaja allí así que iremos las dos juntas y... No sé, me da un poco de miedo ir de nuevo

—No te angusties. Nada te va a comer. Solo necesitas un poco de confianza y desinterés por el mundo. Cuando tengas ambos ingredientes te darás cuenta de que no es tan tétrico como lo parece.

— Se me van a quedar viendo.

—Mueve el pelo y dales una buena imagen. Si tanto miran, que sea una buena vista. You are a queen, don't forget that.

Ríe ante el extraño sentido del humor. Casi puede imaginarse a una adolescente haciendo un tik-tok de "Se te cayó tu corona sis" o alguna bobería del estilo. Con lo motivacional de esta mujer seguro que lo haría. Así como dar tres golpes de campana para que aprendas a amarte a ti mismo. Eso solo crea más curiosidad que nunca será resuelta.

Lástima.


Suicide Line || NamGiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora