015. 𝗾𝘂𝗶𝗻𝗰𝗲

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Remus y Mackensie se levantaron como si nada, desenlazando sus manos, y salieron del carruaje. La chica miró de lado a lado buscando a su mejor amiga, la vio apoyada en un árbol hablando con Peter Pettigrew mientras que James y Sirius estaban sentados en el suelo jugando con las hojas y los palos.
Mackensie se acercó y Remus, al notar su iniciativa de seguir andando, la siguió.
— ¿Cuánto tiempo lleváis aquí?— preguntó Mackensie, sin apartar la mirada de la mirada aburrida de los dos chicos del suelo.
— Nada. Unos minutos, súper escasos— respondió Maddie, mirándola. Paso de los ojos de su amiga a los dos chicos—. Ellos se han aburrido al segundo de llegar y se han tirado al suelo. Básicamente.
Mackensie rió. Madison, con ayuda de Remus, cogieron de la parte de atrás del cuello de la camiseta de los chicos para levantarlos. Cuando se incorporaron se sacudieron las rodillas y la parte de atrás del pantalón antes de ponerse en camino a Hogsmeade.
— ¡Venid por aquí!— dijo una voz femenina—. ¡Vamos! ¡DAROS PRISA!
Los seis levantaron la mirada y vieron a la profesora Mcgonagall en la entrada de Hogsmeade haciendo movimientos con las manos para que todo el mundo se acercara.

Después de veinte minutos, la profesora de Transformaciones consiguió mantener a todos a raya. Les dio a cada uno unas instrucciones de cómo pasearse por el pueblo. Estuvo hablando de las tiendas y lugares que había para visitar y cuales no se podían visitar.
—... Ya sabéis, es vuestro dinero y os podéis gastar todo lo que queráis— siguió la profesora—. Y por último, como ya sabéis hay una panda de dementores acechando el lugar. Aquí, en Hogsmeade, habrá unos cinco como máximo, así que, por favor, no tengáis miedo de ellos. Yo, con la ayuda de Filius y Slughorn, estaremos ayudando a cada alumno que tenga un problema con estas criaturas. Si no hay ningún problema estaremos en la tanerna Las Tres Escobas. ¿Entendido?
Todo el mundo asintió con la cabeza mientras gritaban «¡Si, profesora Mcgonagall!».

Ya llegaban más de una hora en Hogsmeade y, a decir verdad, no hicieron mucho. Sirius y James fueron a Zonko, la tienda de artículos de bromas, Madison, Remus y Peter los siguieron. Mackensie se quedó atrás y no entró. No le gustaban, para nada, las bromas. Estuvo esperando diez minutos hasta que se volvió a abrir la puerta de la tienda.
— Kensie, ¿no entras?— le preguntó Remus, cerrando la puerta—, te estaba buscando— ríe.
— No, no. Gracias. No me gustan...— hizo un gesto con la mano—... esos artículos. Aquí os espero, podéis seguir viendo.
— Ah, no sabía... no sabía que no te gustaban. Me quedo aquí contigo— le sonríe, mientras se acerca—. ¿Quieres ir a Honeydukes?— preguntó, a menos de un metro de Mackensie.
— Si... claro— respondió, subiendo la mirada y mirándolo a los ojos. Remus hizo un gesto con la cabeza para que ella lo siguiera y eso hizo. Dejaron a sus amigos (que ni notaron que se fueron) en Zonko y se dirigieron a la otra tienda. Estaba medio vacía, pero se podían observar algunos alumnos de Hogwarts dentro. Especialmente de la casa Gryffindor y Slytherin.
La pareja de amigos entraron a la tienda. Remus aguanto la puerta para que Mackensie pasara.
— Gracias— agradeció en un susurro, después de que hubo pasado por la puerta.
Se fueron directamente a la parte de la izquierda donde estaban todas las chuches. Las paredes no se llegaban a ver. Estaban cubiertas por filas y filas de estanterías llenas de dulces; desde grageas de todos los sabores, abejas picantes, ranas de chocolate y bombones explosivos hasta tarros con cucarachas. Mackensie tenía la boca abierta y la barriga le sonaba, Remus iba detrás de ella cogiendo chuches. Algunas ni las había probado pero por gastar las cogió.
— ¡Ooh! Que bueno esta eso— dijo la chica, levantando el brazo para señalar algunas cajas con calderos de chocolate—. Por Merlín, que caros son...
— Si, cinco galeones... son bastante caros— añadió Remus, dándole la razón—. ¿No tienes suficiente?
— No, solo tengo tres galeones. Me he gastado los demás en las otras tiendas y además tengo que guardarme dos galeones para la taberna— respondió a la pregunta de Remus, girándose para mirarlo—. Pero bueno, da igual. Me compraré una rana de chocolate, que valen ocho sickles— añadió, cogiendo dos cajas de ranas.

Estuvieron unos veinte minutos dando vueltas por la tienda. Al final, se acercaron al mostrador y pagaron los dulces. Mackensie pagó las dos cajas de ranas de chocolate y Remus, bueno, Mackensie pensaba que se llevaba toda la tienda.
— ¿Cuánto te ha costado todo?— le preguntó Mack a Remus después de que hubieron salido de la tienda.
— 30 galeones— soltó, metiéndose en la boca una varita de regaliz—. La vegda es que ha gido bastante badato.
— Remus, ¿podrías tragar?— preguntó entre risas. El chico asintió y tragó—. Bueno, ¿vamos a buscar a los demás?
— ¿Ya?— se quejó Remus. Pataleo el suelo suavemente. Miró a Mackensie y camino con ella.
La chica, de camino, iba comiendo sus ranas de chocolate (en los cromos le había salido Albus Dumbledore y Godric Gryffindor). Después de unos minutos caminando noto con el bolsillo de su túnica, el derecho, le empezó a pesar. Subió el brazo y miró a su túnica para ver qué tenía. Vio con Remus sacaba su mano de allí, sin mirar en ningún momento a la rubia. Mackensie levantó la mirada y vio a Remus con una sonrisa en la cara. Se paró y metió la mano en la túnica. Lupin también se paró, y la miró.
La chica soltó una risa.
— ¿En serio?— dijo, entre risas—. Muchas gracias, de verdad— agradeció. Lo que tenía en la túnica eran dos cajas de calderos de chocolate que Remus había comprado para ella sin que ella lo supiera. Se guardó los cromos en el otro bolsillo de la túnica y se acercó a Remus para abrazarlo. Él correspondió el abrazo.
— No hay de que— le susurró Remus, mientras se movía de izquierda a derecha mientras la abrazaba para molestar a Mackensie. Él se reía.
— Te debo algo— añadió Mackensie, cuando empezaron a caminar. Remus la miró de reojo y sonrió.

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KENSIE ━━ remus lupinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora