KENSIE ━━ remus lupin

023. 𝘃𝗲𝗶𝗻𝘁𝗶𝘁𝗿𝗲𝘀

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Cuando me giré, con mi sonrisa en la cara, allí lo vi. Veía como Remus corría hacia mí. Y como repetía ese apodo que me tiene, y que tanto me gusta, una y otra vez. «¡Kensie!». No podía parar de pensar en las palabras que Nheo me dijo segundos atrás: «Mack, Remus te quiere mucho». Que mi medio hermano me dijera eso me hacía sentirme más segura sobre mis sentimientos. Me hacía pensar que entre Remus y yo podría ocurrir algo.
Remus cada vez estaba más cerca. Mire hacia Nheo y con suavidad aparté mis manos de las suyas.
— ¿Nos podéis dejar solos?— pregunté en voz baja, para que solo Nheo, Nev y Alex me escucharan. El primero hizo un gesto a los otros dos para que lo siguieran y me dio un pequeño beso en la sien.
— Suerte, amigo— le deseó a Remus, dándole un pequeño golpe en el hombro con su mano antes de irse. Los dos nos quedamos mirando a los tres amigos irse. Bueno, solo él. Yo miraba como su respiración se recuperaba y como se pasó su mano por el pelo antes de girar sobre su eje para encontrarse conmigo y mi mirada.
— Hola— suspiró, seguido de una pequeña sonrisa.
— Hola— le respondí. Sentí como se formaba una sonrisa tonta en mi rostro. Remus se acercó a mi, lentamente, y con timidez cogió una de mis manos.
— Lo siento por lo que ha pasado en mi sala común. Es todo mentira, de verdad créeme— me pedía a susurros claros y cortos, acariciando con su pulgar mi mano.
— Te creo Remus.
— Kensie, por favor cree... ¿Me crees?— su expresión cambio radicalmente. No pude aguantarme y solté una pequeña carcajada.
— Sí— reí—. Te creo.
Sin perder más el tiempo, Remus cortó el espacio entre nosotros. Me agarró de la cintura y me elevo en aire, dando vueltas, dándome un fuerte abrazo. Mis brazos pasaron alrededor de su cuello.
— Gracias de verdad— me susurró al oído mientras me devolvía al suelo. Estábamos a escasos milímetros. Podía sentir su respiración, un poco entrecortada. Me sentía tan feliz, no quería que nada ni nadie nos sacara de la burbuja.
Nuestra burbuja.
Su nariz empezó a rozar la mía. Sin darnos cuenta los dos empezamos a cerrar los ojos. Iba a ocurrir. ¿Estaba preparada? ¿De verdad quería hacerlo? ¿Era real? No sabía las respuestas de las preguntas que se formaban en mi cabeza. Lo único que tenía claro era que si era un sueño no quería despertarme y si era realidad sería demasiado perfecto.
Nuestros labios se fueron a juntar cuando algo, o alguien, nos interrumpió.