CAPÍTULO 5

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—No es necesario, de verdad, yo... solo tomaré un taxi, no debe preocuparse, ya hizo suficiente esta noche, y en serio no tiene idea de cuánto se lo agradezco — con todo y el dolor en su cuerpo, se intentó levantar, pero le fue inútil, haciendo así, que Dante la tomara del brazo para ayudarla en ello, con la total seguridad de pronunciar sus palabras.

non è il momento di essere forte, donna, e non dubito che sia, ma per le ragioni attuali, capirai che non ti lascerò uscire di qui senza un accompagnamento sicuro, (no es momento de hacerse la fuerte, mujer, y no dudo que lo sea, pero por las razones actuales, entenderá que no la dejaré salir de aquí sin un acompañamiento seguro) — en el transcurso de aquellas palabras, pasó su mirada sin ningún tipo de vergüenza, para que ella notará lo que claramente su mirada trataba de decir.

Estaba prácticamente desnuda, el vestido, anteriormente esplendido, no era más que un trapo falto de tela, con muchos de sus accesorios dejados en el piso, muy regados. Se acercó a ella, con sus manos, tapo aquel saco negro, limpiando sus lágrimas, y guiándola hacia la salida.

Lucia creyó que tendría que pasar por entre las mesas para poder salir, arriesgándose a no solo ver de nuevo el rostro de aquel malnacido, sino también, que todo el mundo viera su deplorable estado, pero, en realidad no sería así, la llevo en dirección hacia las escaleras que había visto antes de que todo pasara, llevándola hasta el fondo, donde muchas y distintas puertas brillaban de la misma forma que las demás, pero entonces provocó la prisa en cuanto notó que una de estas sería abierta, y la sacó, trayéndola hasta la misma calle, por medio de un callejón.

Caminaron, él fijado en que nada le ocurriera ni nadie posara sus ojos en lo poco que se llagaba a notar de su vestido destrozado, y con capacidad, tomo sus llaves del bolsillo, mientras se dirigían a un carro en estilo de camioneta, pero sin serlo, ella sabía que lo había visto, pero no recordaba el nombre, ni tenia cabeza para hacerlo.

Entró en el auto, y con la mínima voz que salía de sus labios, le dijo en donde se suponía que vivía, él, respetando el silencio que claramente ella solicitaba, condujo viendo siempre hacia la carretera, no volteo ni una vez hacia su costado, aun cuando su intención era todo lo contrario, quería consolar los sollozos que salían de tan enigmática chica, la misma a la que deseaba entender por completo.

(...)

Después de casi una hora y media de camino, al fin llegaron donde había mencionado la chica, entando allí, reconoció la vivienda en la que la dejaría, sabía a la perfección que aquella, era la casa de la señora Rinaldi, abuela de Luciano, y su alborotada prima.

Apagó el motor del carro, para ir hacia la puerta del copiloto, en donde muy suavemente abrió la misma, moviéndola un poco para despertarla de su letargo somnoliento.

—señorita, hemos llegado, despierte para que pueda entrar — ella se incorporó en el asiento, sobándose los ojos, con lo seco de sus parpados, a causa de aquellas insolentes gotas en ellos, saliendo a la vez, de aquel auto.

—Gracias, espero poder devolverle el favor en algún punto de mi existencia — con una última sonrisa, le dio la espalda para intentar pasar el gran umbral sellado de la mansión, pero entonces se detuvo un tanto preocupada, ya era casi la una de la madrugada, no quería, por algún motivo, que la señora Rinaldi, o alguna de las buenas personas que allí vivían, se dieran cuanta de todo lo que había pasado, no lo soportaría, no aguantaría que ellos también la juzgaran, al igual que casi todos, actualmente.

Dante notó la clara preocupación de la joven, por lo que aun, manteniendo una clara distancia, se acercó un poco, para intentar comprender lo que estaba pasando por su mente —Non ha le chiavi, ¿o è stato il momento in cui la signora Rinaldi l'ha impiantato?, (¿ocurre algo?, ¿no tiene las llaves, o acaso ya ha pasado la hora en que la señora Rinaldi le implantó?).

Secretos Desvanecidos Vol. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora