CAPÍTULO 12

93 12 5
                                    

sábado 03 de marzo 2012, Bérgamo-Italia, 9:00 a.m., 19°C|

Las cosas con la joven y Lia, iban cada vez mejor, con tan solo un día transcurrido, desde el momento en que destapó ante ella, tan desmedidamente su corazón. Había ido para mejor esa situación, pues, ahora Lireto y ella, no debían esconder lo que sentían mientras ella estuviera en la casa, eran libres, de todas las formas, sin necesidad de avergonzarse, ahora, ya no era del todo silenciosa la residencia, al contrario, todos actuaban, no, se comportaban con mayor naturalidad, con total transparencia, cosa, que cautivaba por completo la actitud de Lucia.

En el momento en que le comunico a su ya, hermosa protectora, la visita que haría a la casa Cosio, Lia no se detuvo en advertirle lo mucho que debía cuidarse de las garras de tan horrorosa mujer, porque, aunque aquella señora, la gran Linerva, fuese incluso menor que ella, conocía a la perfección, la calaña que era la familia Bartoli, al igual que el genio poco tolerable de la mujer.

Lucia había entendido de inmediato, sabía a la perfección, la forma en la que nadie podría insultarla, sin que ella diera la debida pelea, organizó su vestuario, algo elegante, pero a la vez juvenil, que se ajustara con la hora que pretendía ir.

Con más que el apoyo de la señora, e incluso, el ofrecimiento de que el mismo Lireto la acompañase para que demostrara el apoyo de la viuda Rinaldi, pero, con la mayor de la calidez, denegó el ofrecimiento, no quería involucrar en algo tan primordial como el enfrentar a su suegra, eso, solo era darle un enorme dolor de cabeza a la tan amable señora.

(...)

Bajó del taxi, pagando momentos antes, viendo con un tanto de desprecio, el gran portón de la colina, respiro profundamente, exhalando con total tranquilidad aquel oxígeno.

Caminó en dirección a la entrada, con el claro temor de no poder encontrar a Dante en su visita, pues a último momento, por un tema que no pudo hablar sobre su música, era obvio que no era capaz de proporcionarle la obligación de acompañarla, después de todo, de allí, no saldría muerta, al contrario, sería totalmente innecesario, desatarlo de sus deberes, todo por cosas de ella, claro, por supuesto que no lo haría.

Antes si quiera de poder tocar el botón, se abrieron tan fantásticamente las puertas, brindándole una bienvenida que sí, se sentía, algo extraño, que no entendía...

Llegó justo a tiempo, se suponía que el encuentro sería a las once, y ni uno menos, y mucho menos una más, tarde de lo que se había acordado. Agarró su bolso con dureza, con el rostro altivo, y los pasos seguros.

Ya en la entrada, el mismo hombre que abrió la puerta, el jueves, se acercó a ella con un tono neutro ante ella, le indicó que debía ir hacia el jardín, ese inmenso que solo logró ver la muestra por lo poco que se filtraba por los cristales de las ventanas, de aquella noche que tanto se había envenado.

Ella obedeció, sin peros, ni palabras, solo con los pensamientos que rondaban su cabeza, haciéndola desconectar de todo lo que afuera ocurriera —Signorina, per favore, mi dica che vuole bere, bevande specifiche, caffè, ¿acqua o succo di frutta?, (señorita, aquí es, por favor, dígame que desea beber, ¿algún trago en específico?, ¿café, agua, o jugo?).

Lucia se sorprendió del nivel de hospitalidad con el que estaba siendo tratada ese día, algo muy distinto de tan solo dos días anteriores —caffè, il caffè sarebbe perfetto, grazie, (café, el café sería perfecto, gracias) — el hombre movio su cabeza, dando la espalda en dirección al interior de la casa, y en ese instante, notó el escenario en el que se encontraba.

En el jardín, alrededor de la lujosa piscina, habían por lo menos, quince mujeres, de diferentes edades, cubiertas por pequeñas telas alrededor de sus cinturas, y elegantes vestidos de baño, eso, sin lugar a dudas la tomó por sorpresa, mientras todas llevaban ese vestir, ella, tan solo estaba en un vestido juvenil, con sandalias a juego, a juego con su ropa, pero no con el lugar que evidentemente la estaba excluyendo, por supuesto que sus sospechas no eran infundadas, claro que su queridísima suegra haría algo como eso... Era de esperarse con alguien como ella, alguien tan... Clasista.

Secretos Desvanecidos Vol. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora