CAPÍTULO 32

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A pesar del mal momento que pasó luego de las palabras de la afable señora, decidió no evidenciarlo y continuar con su acostumbrada expresión frente a su hijo, no se arriesgaría a que lo notara, y, de repente, las preguntas nacieran, para empezar, no podía continuar con mentiras, su hijo lo notaría, más cuando no soportaba la ausencia de su amada abuela, si decidía preguntar por esa llamada, notaría que su madre guardaba más que cosas para ella.

Bajó hasta donde estaba, enrollando su ahora oscuro cabello en un ajustado bollo, para comenzar con la preparación de la comida, mientras su hijo, veía televisión en la sala, hablando de lejanos años con la mujer de canas en su cabeza, justo el tema que se relacionaba a la película que estaban transmitiendo.

De repente, el chico recordó algo sobre lo su escuela, más específicamente, sobre la pequeña niña a la que constantemente protegía —mami, ya no hay problema con lo del viaje que me dijiste — expresó con una sonrisa y voz elevada, mientras su cuerpecito aún estaba en el sillón —¿ah sí?, ¿y eso, amor? — se movía por toda la cocina, haciendo y deshaciendo en el proceso.

Con la pregunta, Mauricio se levantó hasta el lugar donde su madre se encontraba, para así, no elevar la voz más de lo necesario, junto con la sonrisa que no se le había alejado del rostro —porque Artemisa me prometió que si yo me iba ella se saldría del baile, por lo que no hará pareja con ese.

Lucia paró lo que estaba haciendo para ver a su hijo, totalmente incrédula sobre lo que estaba escuchando —¿cómo así?, ¿te pusiste con esas Mauricio?, yo no te he enseñado ese tipo de cosas, me hace el favor y mañana me le dices a esa niña que a ti no te importa. Óiganlo, o sea que no, si tu no quieres, Artemisa ni siquiera podría tener más amigos.

La alegría del niño, desapareció junto con la tranquilidad de su madre. Lucia no entendía la posibilidad de que su hijo actuara de esa forma, siempre le ha tratado d inculcar cosas adecuadas, y manipular a una niña, teniendo tan solo seis años, casi siete, no era una meta que alcanzar —ay mami, no me digas así, no te pongas brava, tu hijo soy yo, además, yo no la obligué.

El descaro en el tono de su hijo, hizo de su alarma algo más ruidoso, era increíble la forma en la que se estaba comportando, esa manera de encararla tan sínicamente, si querer o sin reconocer que lo que estaba diciendo era algo malo, en relación a su comportamiento —¿ah no?, dime entonces las palabras que le dijiste a la niña para que te diera esa respuesta, vamos a ver — de nuevo, y sin el sentido de haber hecho algo erróneo habló —pues nada mami, solo le dije que si bailaba con otro, en especial él, cuando volviera ya no sería mi amiga, y volvería a ser como antes.

La expresión en la mirada de Lucia se deformó por completo, no entendí ni un poco, cómo su hijo se podía comportar de esa manera, y tan pequeño, le atemorizaba que no estuviese haciendo lo correcto. Dejó todo, y lo sentó en una silla dentro de la cocina, viéndolo directamente, junto a unos ojos algo cansados en su postura —a ver cariño, eso que hiciste, no está bien, Artemisa se sintió obligada por tus palabras, le dio miedo eso, que dejaras de ser tu amigo, si ella quiere bailar y hacer más amigos, para no estar sola el tiempo que no estés, está bien, no hay problema en eso, ella seguirá siendo tu amiga.

—Pero es que mamá, si yo me voy por tanto tiempo, un mes es mucho, ¿qué tal y yo vuelva y ella ya no quiera ser mi amiga?, ella... — Lucia vio la tristeza en el parvo rostro de su hijo —¿Mau, a ti te gusta Artemisa? — simple, corta, pero fuerte era esa pregunta, cosa que lo hizo ponerse tan rojo como Lucia recordaba a Dante, años atrás.

—No, ella no me gusta, te dije que era fea, y a mí no me gustan las feas, mami, yo solo quiero que sea mi amiga, nada más — las cosas no estaban yendo en la dirección de la verdad, pero Lucia lo entendía, era un niño avergonzado por gustar de una pequeña como su amiga, para ella no se trataba de algo secreto, lo que hacían los niños cuando la niña gorda les gustaba.

Secretos Desvanecidos Vol. IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora