Capitulo 16

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Alejandro.

La vi irse, la vi alejarse y perderse entre la gente, me quedo paralizado, no pensaba, no me movía, solo la veía, sentía como la respiración se me corto con sus últimas palabra, ni siquiera nos despedimos bien, espera...no nos despedimos...bien, pensé, reacciono, fruncí el ceño un poco desconcertado y confundido cuando la deje de ver y me fui.

Iba manejando, con las ventanillas del coche abajo, sintiendo el viento en mi rostro, con la cálida temperatura del sol, mientras me tocaba la quijada pensando, porque Isabella nunca me dijo que a donde se iba era a New York, quizás sabía que yo vivía ahí o simplemente no le tomo importancia o mejor dicho no me tomo importancia, no sé qué tiene esa niña, pero siempre me recuerda algo, alguien, me hace sentirme diferente, cómodo, con confianza, sus acciones tan alocadas, despreocupada y a la vez preocupada, me gusta solo el cómo es, es que simplemente me atrae ella, es algo que no puedo prevenir.

-Mierda- maldije por lo bajo, debo de dejar de lamentarme que se fue.

Ahora tengo que pensar en cómo verla, todavía yo no me podía ir a New York, por los asuntos que tenía aquí, me encontraba ansioso, de poseerla aunque sea una vez más, tal vez así de una vez por todas me la pueda sacar de la cabeza, no puede ser que una mujer me desconcierte y me tenga tan ansioso, sé que tiene una personalidad fuerte y dominante, pero conmigo no, noto el cómo se dobla ante mí, aunque luche contra eso.

Sin darme cuenta había llegado a mi casa.

-Buenas tardes, señor.- el mayordomo se acercó a mí, haciendo un pequeño gesto en su cara de respeto y saludo.

-Hola, Martin, háblale a marina, que se comunique conmigo, necesito agilizar algunos trámites de la nueva cede.- me empecé a desabrochar la camisa que me quedaba un poco ajustada más de mi gusto.
El mayordomo solo asentía y anotaba en su agenda, ya es un poco mayor y a veces se le olvidaban las cosas, pero la familia lo aprecia, porque lleva años trabajando con nosotros.

-Sí señor ¿algo más?

-No, no creo ¿algo más? ¿una novedad?- le preguntó enarcando un ceja al ver su rostro como intentando decirme algo con disgusto.

-La señorita Alexa estuvo aquí señor- puse los ojos en blanco.

¿-Qué quería?- le pregunto con poco interés.

-Verlo, decía que si usted no la atendía se las iba a pagar.

-Quien se cree ella para venir a mi casa a tratar de amenazarme.- suelto el aire con molestia y enojo, hace unos días había dejado a Alexa, nunca tuvimos nada serio y ella lo sabía, desde la galería de arte que inauguro mi padre no la había vuelto a ver.- necesito una cosa Martin, necesito que investigues a esta persona- le muestro una foto de Isabella- quiero saber todo de ella y su estadía en New York.- me retiro a mi habitación a cambiarme, ya que había solicitado varias reuniones con urgencia.

Me meto a la ducha mientras sentía como el agua caliente recorría mi cuerpo, tenía las manos recostadas en la pared y mi cabeza metida entre mis hombros, recordando todo lo que Isabella me hizo pasar, sentía una posesión por ella y yo sé que nada de esto es sano, pero era lo que sentía, era lo que había, simplemente era ella, me sentía como un puberto adolescente.

Me puse a pensar en todo lo que le haría cuando la viera, paso mi mano en mi cabeza, sacudiendo mi cabello, y saliendo de la regadera, voy a mi recamara y ya se encontraba mi ropa arreglada en mi cama, proseguí a vestirme.

[...]

Llego a las oficinas del bufet que tenía aquí en Miami, para terminar algunos ajustes que faltaban por autorizar, ya que pronto abriríamos esta nueva cede, fue un proyecto que llevaba tiempo organizando, ya que tenemos 10 cedes alrededor de mundo y por ser el dueño tenia siempre que estar viajando y viendo estas cosas que ya me empezaba aburrir, prefería pasarme todo el día en un juzgado que firmando papeles.

Lazos Rojos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora