Capitulo 1

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Suena mi alarma y me levanto un poco desanimada, pero mi estado de ánimo cambio, cuando me acuerdo que hoy es mi viaje y aunque solo sean 7 meses, siento que eso va a cambiar mi vida, me siento en la cama y observo en mi mesita de noche un desayuno con una notita que dice:

"para la princesa del derecho"

suena tonto pero me hizo sonreír y sentirme un poco triste al saber que no veré a mis padres todos los días, pero tengo que borrar esa tristeza, esto es lo que siempre he esperado.

Termine mi desayuno y me dispuse a arreglarme, baje un poco apresurada porque se me hacía tarde, le di un beso a mis padres y fui al aeropuerto.

El viaje durara 7hrs. así que llevo mis audífonos, para no aburrirme tanto. Para mi sorpresa, Pablo iba en el mismo vuelo, a dos sillas de mí y ni siquiera me volteo a ver, iba sumergido leyendo "la republica de platón" eso sí que es interesante, me intriga saber su personalidad, genial igual va a Miami, cerré mis ojos, hasta que me despertó una azafata para avisarme que ya vamos a aterrizar.

Al bajar por las escaleras observo a un joven como de 26 años con un cartel con mi nombre, me acerco y lo saludo,

-hola, creo que soy la persona que buscas- le digo mientras le regalaba una pequeña sonrisa, la cual el correspondió.

- hola, su tía me envió por usted, si gusta ya podemos retirarnos- digo, mientras se disponía a recoger mis maletas.

- gracias- empecé a avanzar a dirección de la salida.

En todo el camino no pude de dejar de observar el paisaje y el mar que se veía sobre el malecón, mi tía vivía en una costa muy linda, nunca había venido, pero lo había visto por fotos, llegamos a una linda casa a la orilla del mar, de dos pisos, blanca con ventanas azules, me quede 2 segundos viendo la linda vista, se ve tan acogedora que quisiera estar más de una semana aquí, solo pensé en que a Milán le encantaría estar aquí, mi tía me recibe con un cálido abrazo y presentándome a cada sirviente, todos son muy amables.

-sobrina ¿te encantaría ver tu recamara?- me llama mi tía, sonriente, mientras con su mano me dirige hasta ella.

-claro, me encantaría- le respondo igual con una cálida sonrisa y la seguí.

-si te aburres por estar con esta anciana estos días, puedes ir a pasear por la ciudad, Alejandro te puede llevar.-me dice mientras abre las ventanas y con un tono bromista.

-claro, tía, gracias, pero, ¿Quién es Alejandro?-  fruncí el ceño con un poco de desconcierto.

- ¡ah! Es mi sobrino, él ya es abogado, casi no sale, le caería bien una amiga nueva y no con esas que acostumbra a frecuentar.

-¡oh! Tengo un nuevo primo entonces- digo falsamente emocionada.

- pues si tú lo quieres ver así, cariño, realmente él no es tu primo, es hijo de una de mis amigas más cercanas pero yo lo quiero como de mi familia, así que si quieres compañía te lo podría presentar.

-claro, como gustes.-le digo mientras ella salía del cuarto.

Estaba oscureciendo, y pues por obvias razones, empezaban a salir las estrellas y yo tenía la ansia de salir a conocer esta ciudad, decidí ponerme ese vestido rojo, que queda tan bien con mi tez blanca y resalta el color de mis ojos verdes, mayormente me sentía una persona ordinaria, pero con este vestido, siento que voy a conquistar el mundo entero, bajo rápido las escaleras para avisarle a mi tía que voy a salir, ella me propone que llame a Alejandro, mientras yo niego y cierro rápido la puerta, la verdad no conozco esta ciudad, pero, qué más da siempre me las arreglo sola.

[...]

Me encuentro frente a un bar, donde se percibe que el ambiente es genial, se escuchaba música latina desde afuera y yo sentía como mis raíces salían a la superficie de todo mi cuerpo, solo tenía el impulso de mover mis caderas, mientras el alcohol recorre cada una de mis venas.

Entro y voy directo a la barra.

- me da un tequila solo, por favor- le pido al de la barra y el solo asiente, sirviéndome, yo la verdad no sé porque hago esto sí sé que terminare mal, y no podre ni con la cruda moral.

A lo lejos observo a un hombre, aproximadamente unos: 27 años, una excelente barba, la estatura no sé, porque está sentado, pero puede que mida: 1.90, ojos color: azul celeste profundo, cabello: castaño claro, mirada: un poco arrogante, se nota que se siente gran cosa, no lo culpo es guapo y se ve que puede  tener a cualquiera, amo hacer esto, examinar a las personas, algunas son tan predecible.

Cuando menos me doy cuenta él está viendo que lo estoy observado, por Dios que vergüenza, volteo mi rostro, tomándome todo el tequila y me dirijo a la pista de baile, para poder perderme entre la gente, al ritmo de la música, y como va fluyendo el alcohol en mi sistema me empiezo a mover, estoy disfrutando tanto esto, mientras bailo, voy observando a mi alrededor, una pareja peleándose, otra amándose apasionadamente, entregándose uno al otro en la música, solo puedo pensar en que se larguen a un hotel, otros solo sentados bebiendo y al chico de ojos azul celeste sentado con dos rubias, que parecen modelo, riéndose y besando a cada una, como un hombre puede hacer eso, paro de bailar y me dirijo a la barra pidiendo otro tequila, cuando de pronto siento una mano en la cintura, rápido me volteo y veo a un joven apuesto de ojos marrones, me perdí un segundo es su mirada, tratando de ver su expresión y era de lujuria, al parecer alguien venia de caza.

- hola me llamo Oliver-me extiende su mano. De mí solo salió un.

- bien, me invitas un trago- el dio una pequeña carcajada y pidió una botella completa de tequila, pero, ¿este será mi ser amado?

Entre tragos y bailes me voy cansando, siento como la gravedad exclama mi cuerpo y veo las estrellas por todo lugar, Oliver se ofrece llevarme a mi casa, pero yo me niego, nos forcejeamos un poco, hasta que lo empujo.

-mierda, Oliver entiende que vengo sola y me voy sola- espeto gritando, mientras trataba de sostenerme.

- pues a la mierda, solo eres una perra más - me grita mientras se alejaba, solo pensé en que  era un pedazo de imbécil.

Empecé caminar, por la oscura calle, la verdad tenía un poco de frio y miedo, de pronto alguien me habla

- ¡ey! Isabella, ¿cierto?- era un hombre en un auto que no alcanzaba apreciar.

-¿y tú quien carajos eres?- pregunto un poco confundida, con miedo, mientras apresuraba el paso.

-Bien me presento, me llamo Alejandro y soy tu salvador- se presenta con voz desposta, y una sonrisa en la que cualquiera hubiera caído.

-más bien, eres un psicópata ¿Cómo sabes mi nombre?- le contesto un poco agitada, mientras observo por todos lados en esa calle solitaria.

-el chico del bar, le pregunte después que los vi pelear y saliste en mal estado, ahora ¿vas a subir o te quedas?- me pregunta, mientras se quitaba el cinturón de seguridad, para acercarse a abrirme la puerta desde adentro.

- prefiero caminar- me cruzo de brazos por el frio que había y seguía caminando.

- ves el hombre de allá- me señala con el dedo hacia una esquina- te lleva siguiendo desde que saliste del bar.

- ¿y qué diferencia hay de él y tú, que están haciendo lo mismo?- hablo un poco asustada y tratando de ocultarlo.

-pues... que yo te puedo llevar a tu casa y prometerte que nunca te pasara algo malo.-me regala una pequeña sonrisa, que me radiaba una pequeña confianza, al final accedí, subiendo al carro.

Observe a la esquina de hace una cuadra y vi a un hombre perderse entre las sombras, eso quiere decir que Alejandro no me mentía, todo iba en silencio en el carro, solo hablaba para dirigir a Alejandro donde me iba a llevar.



Lazos Rojos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora