capitulo 37 - El cisne negro parte 2

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Termina el ballet y me siento como una niña en su parque favorito, esperamos a que todos salgan y me pregunto porque no nos vamos ya y me inquieto un poco a tal punto que Alejandro lo nota.

- Tranquila, deja que todos salgan primero para hacer nuestra entrada.

- Algo tipo Regina George- me burlo y frunce el cejo como si no entendiera.- ¿Qué? ¡¿no sabes quién es?!- me ofendo y abro la boca de asombro.

- No...

- Bien, ya luego hablaremos de eso seriamente, ¿ya podemos ir?

- Vamos pues, desesperada.- me toma de la mano y lo sigo.

Y como lo supuse todos nos estaban esperando en la galería de arte, donde se presentaban distintas pinturas y esculturas donadas para vender.

Tomo una copa de champagne observando las pinturas, Alejandro se había separado un poco de mi para hablar con unos socios, agradezco que no me hablara para que lo acompañe a conversar con esos viejos.

Sigo en lo mío hasta que me arrebatan la copa, ni voltee a ver sabia de quien se trataba.

- Ya me aburrí.- se queja Milán. Se escucha un poco pasada de copas, a veces siento que mejor ella hubiera venido de negro.

- Solo relájate un poco ¿Dónde está máximo?- la observo, espero y no se les ocurriera otra vez fumar marihuana pero por lo que veo no.

- Ay hablando con socios, ¿acaso nunca dejan de ver trabajo en todos lados?- me encojo de brazos y dibujo una pequeña sonrisa en mis labios, porque pensé eso hace un momento.

- ¡chicas!- nos grita en el oído Mario haciendo que nos sobresaltemos.- tienen que ver esto.- nos jala de prisa, me saca de orbita y no sé a dónde nos lleva.

Hay un largo pasillo y solo ruego que no vea Alejandro besando a nadie.

Hasta que me paralizo con lo que veo, hay pocas personas, una pantalla de cada lado proyectan cifras que suben cada vez más, muestran un gran lienzo donde hay pintada dos bailarinas del cisne negro, el corazón me retumba fuertemente, la pinte hace 3 años y no puedo creer que este aquí, no sé cómo llego.

Todo me palpita a ver que las cifras pasan el millón de euros y no me explico cómo, tal vez mi papa lo mando, lo había ocultado durante años, la pinte mientras estaba internada, pero fue de mis pinturas favoritas, no sé si sentir enojo porque no fui yo quien la done o emocionada que le guste a las personas.

Me doy la vuelta rápidamente y escucho el paso de Milán y Mario.

- No me sigan, estaré bien, solo déjenme sola un rato.- pido y se quedan parados mientras yo busco un sitio al aire libre.

Abro las puertas que dan a un balcón respirando hondo con fuerza, siento marearme un poco, camino de lado a lado transpirando, ese cuadro es mi pasado, marcó un antes y después de mi vida, lo perderé, alguien lo dio y ahora lo venderán al mejor postor sin preguntarme.

Quiero llorar, quiero correr de aquí, nadie sabía de ese cuadro solo...solo, me detengo un momento, tomo mi cabeza con las manos sacando un grito de desesperación, siento que me volveré loca.

Alguien me toma de la cintura volteándome rápidamente, me toma el rosto, no habla y no habla, pero sé que en sus ojos veo preocupación y se me corta la respiración.

- Mi cuadro.- solo logro decir.

- Lo se.- me abraza, hundo mi rostro en su pecho, Alejandro es como un respiro de aire fresco.

Lazos Rojos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora