33. Intento por arruinar

164 14 11
                                    

Capítulo 33
Intento por arruinar.

Sentada en el balcón de la habitación, con una hermosa vista del mar, una ligera ráfaga de aire caliente golpeándome y la escasa sombra de unas plantas cubriéndome del terrible sol de las once, miro abajo, donde está toda esa gente nadando en la piscina, unos jugando en la playa con una pelota, otros bronceándose y algunos paseando con un coco en la mano... Yo debería ser una de esas personas, debería estar disfrutando este ambiente veraniego tan alegre que por fin conozco, y no siento nada, absolutamente nada.

Hace aproximadamente dos horas que llegamos, mis papás de inmediato se fueron a desayunar a un restaurante de mariscos pero yo no quise ir, creo que necesito un buen rato a solas para meditar todo lo que ha sucedido los últimos días. Desde esa tarde que vi a Hugo y Giselle besándose, a escasos metros de la casa de Mateo, y en plena calle, he quedado en un trance prolongado que me arrebató toda emoción. Me siento una simple estatua.

¿Por qué yo? De todas las personas que pudieron verlos en la maldita calle, ¿tenía que ser yo? Me siento horrible. Luego de haber besado a Mateo y ver ahora a Giselle besarse con alguien más es... ¿Qué nos pasa? Todo mundo engaña a todo mundo.

Y respecto a todos lo posibles planes que tengo... Pues no tengo. El primero, como había dicho, era decirle a Mateo pero él no me creería nada.

Quería verlo al llegar aquí pero la playa es tan grande que hay como seis hoteles y la suerte es tan mala que en el hotel más caro, enorme y exclusivo, está hospedado Mateo. Es imposible entrar ahí sin una reservación. Nuestro hotel está entre medio de dos más y la gente se pasea de piscina en piscina sin que nadie diga nada.

Quisiera decir que ya no me importa y resignarme, pero siento que necesito hacerlo por todas esas tonterías que le hice en el pasado. Lo malo es que no hay mucho tiempo, su boda es mañana y yo aún no tengo nada.

*****

Jerome

La última vez que Marina me dejó en casa, no dudé en ir de inmediato a comprar también unos boletos de avión. Mis hijos reaccionaron bien a esa noticia, se emocionaron, incluso me confesaron que no me habían dicho nada para no estresarme... Yo siempre acepto sugerencias.

Cuando se lo comenté a Santiago, él curiosamente se apuntó, dijo que podría ayudarnos respecto a lugares que no conocemos, pero cuando llegamos aquí resultó que ni siquiera él conocía este sitio. Da igual, al menos no estaré tan solo por aquí.

Nuestra primera parada, evidentemente fue el hotel en el que reservé. Era el único con habitaciones disponibles, así que, supongo, este lugar sí es muy conocido. Lo negativo de todo es que es aún más caluroso.

—Qué calor hace aquí —le digo a Santiago, él se levanta un poco sobre sus brazos y se alza los lentes de sol.

—¿Qué no estás acostumbrad...? Ah, no... —se queda boquiabierto—. Te estás derritiendo, Jerome.

—Te digo...

—Cómprate un suero. —aconseja para después volver a misma posición—. ¿Estás así por el clima o por algo más? —alza una ceja antes de colocarse los lentes.

—¿Como qué?

—No sé... —mira disimuladamente al otro lado de la piscina, donde van pasando tres mujeres—. No sé, no sé.

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora