45. ¿Qué me cuentas?

134 10 0
                                    

Capítulo 45
¿Qué me cuentas?


Yo dije: «tengo que olvidar a Jerome». Y mi papá respondió: «pues no, hija. Ahora lo voy a invitar para que te enamores más de ese hombre tan guapo que no te quiere». Uno no decide a quién amar, pero cuando es el indicado, algo te tiene que aferrar, ¿no? Digo yo que es el indicado, pero bueno... Fantasías.

Mi papá de verdad ha de estar empecinado en hacerlo su amigo para invitarlo tan pronto. Ya pasó algo de tiempo desde su primera visita, pero aún así. Yo siento que tienen sus diferencias... No sabría cómo clasificarlos, el caso es que las tienen y son notorias. Tienen su diferencia de edad: diez años... Por Dios, es tan poco. Veintisiete años es mayor mi papá que yo, y Jerome diecisiete... Bueno, tienen sus diferencias.

Tal vez mi papá se siente agradecido, pero ese tendría que ser Mateo... Ah, no. Es que le mintió Mateo sobre que eran amigos y ahora siente que tienen que serlo de verdad. De igual manera, Mateo no le ha agradecido nada a Jerome, así que, supongo, para eso será esta próxima visita a la cual él asistirá.

—Katy, Katy... —aparece Hugo inspirado, con una torta en mano, a sentarse conmigo—. ¿Que haces aquí a esta hora y tan sola?

Quita la envoltura de su comida al instante, es de alguno de los tantos locales de comida que hay a nuestro alrededor.

—¿Y Reyna? —pregunta.

—No pudo venir.

—¿Y eso? Nunca vienes sin ella.

—Se quedó trabajando en su tienda, se lo pidieron.

—Ah, sí... —carraspea—. ¿Y cómo has estado con eso de las notitas?

Sonríe, como si de mi parte fuese a escuchar alguna respuesta positiva. Solo bufo.

—Igual...

Queda con la boca a media mordida, mirándome con el ceño fruncido.

—¿Eh?

—Igual —repito.

—¿Siguen?

Cuando le asiento, baja la cabeza, pensativo.

—¿Habías hecho algo...?

—No, no. Es solo que pensaba que iban a parar... —respira hondo—. Entonces... ¿piensas aún que sea el profe?

—Sigo sin tener idea de quién podría ser, pero conforme pasa el tiempo, él me parece un poquito menos probable.

—¿sí? —ríe nervioso—. Entonces... ¿No?

—Si tuviese que contestarte sí o no... —pienso—. ¡No sé! Es que no tengo la menor idea de nada.

—Bien... —se incorpora en el asiento para seguir dando unas mordidas rápidas a su comida—. Al menos no han hecho más, ¿no?

—Por suerte no.

—Pues qué... —deja de hablar y con vehemencia, se pega la mano a la cara.

—¿Qué tienes, Hugo? —me preocupo.

—Nada, nada... Yo creía que era el profe. Pf... Qué tonto... ¿No?

—Nadie sabe quién es. —digo tajante para poder dar inicio a un tema que lo ponga menos incómodo—. ¿Cómo vas con...?

¿Cómo dijo Jerome que se llamaba su hija? ¿Me lo ha dicho?

—¿Con Dominique? Oh, bien. Solo que hay algunas cositas que...

—A ver, cuenta.

—No, pues... Pues ¿qué te digo? Ella ha estado un poco insistente porque quiere que conozca a su papá, pero yo...

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora