8. Planes disfuncionales y recuerdos desagradables

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Capítulo 8
Planes disfuncionales y recuerdos desagradables.


«Ley de los signos, Perla, use la ley de los signos».

Casi puedo sentir su respiración en mi nuca, este señor de verdad está mal, recién acabo de corregir todo mi trabajo y me doy cuenta que ni un solo ejercicio me salió bien. Todo esto habla por sí solo.

Presiono la calculadora en mi mano, maldiciendo en voz baja y borrando toda la hoja.

—Viejo baboso...

Hugo viene llegando apenas, deja caer su mochila a un lado de la banca y se sienta él, observando de reojo mi cuaderno.

—¿Me pasas la tarea?

—¿Cuál tarea? —gruño—. Esto es el trabajo de ayer… Además no dejó tarea. Qué raro.

—¿Qué haces con el trabajo de ayer si ya te calificó?

—Me puse a resolver los tontos ejercicios y resulta que ni una multiplicación pude resolver. ¿Cómo me estaba pidiendo entrar a ese concurso de física?

—Te lo dije —canta—. ¿Y qué fue eso que oí de que te pone en cuatro? ¿Estaban negociando?

—Cerdo. Cerdo cerdo cerdo. Ese tipo es un cerdo. —respiro hondo. Dejo el cuaderno con fuerza sobre mis piernas—. Tú me dijiste que me ayudarías con algún 'plan', ¿tienes uno?

—¿Con quién crees que hablas, Katy? —presume y saca una hoja doblada del bolsillo de su pantalón—. Anoche me puse creativo y escribí uno infalible.

—Qué bien, solo que no sea ese típico plan de fingir que somos novios, aunque ni siquiera viene al caso fingir nada.

Arruga la hoja, sonriendo.

—Sí, claro que no viene al caso nada de eso... Pero ¿propones algo mejor, Katy? ¿Piensas que la vida es tan fácil?

—Hay que usar un poco de lógica para saber que si hacemos eso, será para atraerlo y yo lo que quiero es un repelente.

Tuerce el gesto, pensativo.

—No sé...

Suelto un resoplido.

—¿Crees que se note si me cambias de lugar?

—No, no creo. La verdad no se notará nada, porque me siento a justo a tu lado, Katy. —me mira de soslayo con una mueca.

—Olvidé que nos cambiaron... ¿Por qué hace eso?

—¿Te lo vuelvo a explicar? —levanta una ceja—. Él es débil. No puede estar sin su presa porque se muere de hambre.

—¿No puede estar cinco minutos de la clase sin olfatearme?

Él se encoge de hombros.

—Quién sabe cómo le hará cuando va al baño... Se ha de asfixiar, ¿no?

Si ese tipo está grave, yo no tengo nada para defenderme, pero si vemos algún lado positivo, él me tiene donde quiere, y dudo que llegue a hacer algo más. No puede. O eso espero.

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora