19. Después de la tormenta viene la calma

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Capítulo 19
Después de la tormenta viene la calma.


Katalina

Tarareo una canción mientras preparo todas mis cosas y dejo mi celular dentro de la mochila cuando tocan. Mateo Mateo Mateo.

Abro, escondiendo mi rostro sonriente detrás de la puerta. Mateo entra, y no trae su habitual bolsa de pollo, sino una caja blanca con una tapa transparente por donde se pueden ver ocho donas de diferentes sabores.

—Holis, Mateo —saludo.

—Último día, Katy —resopla y deja la caja en la mesa—. Llegan hoy en la noche, ¿no?

—Así es —dejo la puerta para acercarme entusiasmada con él—. ¿Te sientes feliz?

—Estaría mal decirlo de una forma tan cruda… Pero sí, estoy un poco feliz.

—¿Muy emocionado?

—También entra.

—Excitado…

Tuerce el gesto.

—Depende de a qué te refieras.

—Yo me refiero a la excitación que tenías ayer que bajé y te vi con tremenda erección —escucho su trago grueso—. Y todavía dices que no te gusto. Eres un puerco, Mateo.

Me rodea y se pone detrás de mí para evitarme, de igual manera yo me doy vuelta.

—A ver, ¿de qué hablas? —su involuntario tono de angustia termina por delatarlo. Tampoco es que pueda mentirme, yo lo vi con mis propios ojos.

—Lo sabes perfecto —coloco mi mano en su hombro—. ¿Todo eso se comía Matilde?

Hace amago por suspirar. Arrebata mi mano con fuerza y mantiene en sus labios una sonrisa falsa.

—Sí. ¿Sabes? Mi novia también lo hace.

—Lo sé perfecto, lo que no sé es cómo se lo comerán mis papás cuando regresen y yo les diga que te masturbaste enfrente de mí.

Ahora sí, intento darme vuelta e irme y él me detiene tomándome por mi muñeca.

—Katy, por favor, no les puedes decir eso.

—¿Qué crees? Les voy a decir —amenazo—. O podría no hacerlo si evitas ir de chismoso a decirles que tomé —alzo mis cejas—. Eh, ¿qué dices?

—Mira, está bien, no lo haré.

—Y de paso admite de una vez que me amas.

—Katy, Katy, Katy… —musita estresado—. NO me gustas —sostiene.

—Entonces dime, ¿cómo chocolates debo interpretar lo de ayer? ¡Te tocabas!

—¡No me tocaba…! B-bueno, no era a propósito, eso le pasa a los hombres…

—¿Cuándo me ven?

—¿No ibas a la escuela? —cambia el tema al ver mi mochila en una silla.

—Sí —la tomo—. ¿Tú no trabajas acaso?

—Es la hora de la comida —cuenta—. Y como sigo siendo buena onda contigo, de paso te dejo.

Actitud de profesor buena onda.

—¿Me dejas?

—Te dejo —me ayuda con mi mochila—, en la escuela.

*****

Hugo se ha mantenido un poco ausente desde que conoció a la mujer esa, no me habla tanto como antes y hoy hasta faltó porque ella se lo pidió. Eso me parece demasiado a mí, a él también, pero como no quiso hacerla enojar, aceptó hacerlo. Algo que me ha asegurado es que con el paso de los días la pasa peor con ella.

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora