31. Mujeres de cuidado

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Capítulo 31
Mujeres de cuidado.


Katalina

Recibí mi buena dosis familiar de fin de año. Dos semanas conviviendo con mis abuelos en navidad y año nuevo con mis tíos además. Qué suerte que no vinieron tíos de mi mamá o peor, sus primos. ¿Nunca he dicho que uno de sus ellos se cree comediante? Es horrible.

El año me recibió muy pacíficamente y hasta el momento agradezco que no haya aparecido ese personaje masculino de mi universo. No hablo de Mateo, aunque tampoco lo había visto, dijeron mis papás que vino una mañana a saludar y no se volvió a aparecer hasta ahora. Yo sospecho que Giselle lo tiene muy bien agarrado para que no salga.

Por mí que se lo lleve a donde quiera. Mateo no puede importarme menos ahora. Ese dizque amor desapareció gracias a él, a ella y en mucha parte gracias a mí, que comencé a meditar tanto sobre el hecho de le gustes a quien conoces desde pequeño. Mateo me lo había dicho antes, no es hasta que yo misma lo pienso que comienzo a tomarlo en cuenta, ese es mi defecto.

Reyna también me lo dijo unas veces, y tenía razón. Al menos puedo estar orgullosa por no haber llegado a más cuando estuve a punto.

Pero qué mal, ahora me siento sumamente asquerosa por mis gustos. ¿Debería aceptarme? Porque sé que nadie más lo hará. Tal vez deba ir a la iglesia.

Pongamos el ejemplo más obvio, que son mis papás. Si llego con un cuarentón y se los presento como mi novio, lo último que mi papá haría sería decir: oh, claro, hijita, puedes estar con él, que sean felices. ¡No! Me meten a un convento o me envían al rancho incomunicado de mis abuelos junto con mi primo el problemático.

—Enseguida vuelvo, voy a buscar la cinta —le comunica mi mamá a Mateo.

Hoy vino para que mi mamá le arregle unos detalles de su traje de novio. Al instante quedamos los dos solos en la sala, ya que mi papá está afuera.

—¿Ya te quieres casar? —pregunto.

—No quiero estar todo apurado al final, ¿no sabes cuánto falta?

Yo intentando hacer una plática amena y él contestando tan hastiado.

—Como tres meses —ruedo mis ojos.

—Es muy poco para lo que aún falta.

—Supongo... Y ¿qué?

—¿Qué?

Mateo no puede verse peor, irritado y con una cara que dan ganas de golpear.

Oh, cómo se nota que ya no me gusta...

Esa es mi Katy.

Ni una sola sonrisa ha puesto desde que llegó.

—Se nota que estás muy feliz por tu boda —mascullo—. Me pregunto si ese 'ángel' que tienes como prometida estará igual.

Claro que ya le he dicho a Mateo las fechorías que hizo su vieja. No me importó que se enojara o que le dijera a Giselle y esta me agarrara más odio. Ese día quería desahogarme y creo que lo hice muy bien. Mi instinto me dice que yo soy la única persona que está bien en todo esto.

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora