46. Ven por mí

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Capítulo 46
Ven por mí.


Contaron que aquel día fueron a hablar con la vecina. ¿Qué vecina? ¿Por qué la vecina? Esa vecina que inventó el cuento de haber visto a mi papá con otra mujer. Y ella por su hijo, que no es ningún santo, más bien es un delincuente que se junta con sus amigos para hacer daño en todas partes. No es nada raro escuchar de pronto gritos de gente que va a reclamarle a la señora los daños del haragán.

Mi papá también quiso ir a reclamarle, porque estaban seguros de que había sido él. La vecina, en este caso, fue ella quien se puso a gritar como loca que su hijo era incapaz de eso y bla bla bla. No sirvió de nada al final.

¿Cómo se podría decir que me siento? Estoy conmovida por lo que Jerome me dijo.

«No es que yo vaya a malinterpretar todo de nuevo, sino que eso me gustaría que pensaras».

Y ofuscada por lo que sucedió. No puedo disfrutar nada por el maldito miedo que tengo de que esos tipos hayan sido enviados por alguien y estén esperando en alguna esquina para hacerme algo. Siento tanto miedo que les pedí a mis papás dejarme dormir con ellos en caso de que esos vuelvan a quebrar la ventana, también he tenido que pedirle a mi papá que intente ir por mí después de clases. Claro que no podrá hacerlo siempre.

Jerome parece llegar siempre en mis momentos de crisis a estabilizarlo todo con sus mensajes o llamadas. En este caso es un mensaje en el que pregunta si estoy ocupada.

¿Qué? ¿Ocupada yo, para ti, Jerome? ¿Cómo puedes pensarlo?

—No te escuchas como normalmente lo haces —dice con solo oír un par de frases mías.

—¿Por qué dices eso?

—Es fácil identificarlo para mí, que he oído tu voz tantas veces. ¿Tienes algo?

—No.

Y hay un silencio en el que hasta puedo imaginar cómo me miraría si estuviera frente a mí. Es como si sus ojos me penetraran desde donde sea que estén y sin siquiera verme.

—No es nada... Quiero pensar que son cosas que pasan día a día en la vida de los demás también.

—Cuéntame y te digo si pasa en la mía.

—Dudo que te pase.

—Puedes decirme.

—Está bien... —resoplo—. Quebraron una ventana —explico.

—¿Es por la ventana?

—No, porque ya está arreglada, es más... Es más por mí, ¿sabes? A veces siento que hay alguien detrás de todo esto. Alguien que envió a esa gente a hacerlo. Alguien que me vigila... Eso siento.

—¿Solo lo sientes o sabes...?

—Es... las dos. Lo siento y lo sé. ¡Pero no sé quién pueda ser! Eso es lo más frustrante de todo esto.

Vuelve a haber otro silencio en el que parece pensarse mucho lo que acabo de decir.

—¿Te afecta mucho eso? —pregunta con un tono tan comprensivo.

—Pues... Poco. —miento—. Me da algo de miedo regresar sola a casa después de clases, por eso mi papá ha ido por mí los últimos días.

—Y...

—Y eso no es tan bueno que digamos, podría tener problemas en su trabajo por mi culpa.

—Ya entiendo... Entonces yo podría hacerlo.

—¿Qué? No. Solo te contaba mi problema, no es que...

—No tengo problema en hacerlo —argumenta—. Sabes que no hago mucho y a esa hora estoy más que disponible.

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora