41. Si yo pudiera

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Capítulo 41
Si yo pudiera.

Jerome

Reyna se deja caer sobre la maleta de Antoine para poder cerrarla. Está tan seria, y no la culpo, yo también me siento tan mal por dentro viendo cómo mis hijos empacan todas sus cosas. No quiero que se vayan… Siento que ya nada volverá a ser igual, siento que cuando ellos acaben la universidad ya no volverán a vivir conmigo porque tendrán sus ocupaciones y solo los veré pocas veces al año.

Respiro hondo para que mis ojos no se acristalen. Creo que Reyna está usando la misma técnica. Ya lo dije, pero de verdad ha estado demasiado callada mientras también guarda sus cosas, pues pronto se irá a casa de Katalina.

Y, mencionando a Katalina, ella no ha estado estos días aquí porque volvió a enfermarse. Otro resfriado. No quiere contagiar a nadie, pero de verdad que me hace falta.

Salgo al pasillo y justo encuentro a Dominique saliendo de su habitación.

—Cuatro días, papá —junta sus manos—. Se fue muy rápido el tiempo.

—Como agua.

—Casi diez años viviendo aquí —mira a su alrededor, llena de melancolía—. Echaré mucho de menos este lugar.

—Yo echaré de menos verte aquí.

—Oh, papá —me abraza—. Quisiera hacerte chiquito y llevarte conmigo —sonriente, le doy un beso en la frente.

—Los visitaré lo más que pueda.

—Eso espero. —se aleja ligeramente de mí—. Si no tuvieras a Katy, te irías con nosotros, ¿verdad?

—Claro que sí, mi vida, pero no pienses que…

—Lo sé, papá, no te preocupes.

Vuelvo a abrazarla más fuerte. Cuando me separo, tomo su rostro entre mis manos y escudriño sus ojos tan agrandados que me enternecen.

Un fuerte recuerdo me inunda del día que cargué por primera vez a mi hijos. Aquellos primeros días eran una crisis total para mí porque no podía asimilar el hecho de que eran mis hijos y yo su padre. No estaba en negación, pero tardé algunas semanas en aceptarlo. A lo que iba es que ese día abrieron los ojos y pude ver ese color azul. Cuando conocí sus ojos.

—Perdóname —murmuro repentinamente.

—¿Por qué?

—Por no haber sido lo que necesitaban y no darles el tiempo que debía.

—Pero si tú nos has dado el tiempo necesario, nos cuidaste y nos diste amor, y estamos conformes —ladea su cabeza—. Antoine y yo estamos muy felices.

No puedo responderle que yo también estoy muy feliz de tenerlos porque sollozaré, estoy seguro. Solo la abrazo muy fuerte.

*****

Katalina

Llevo días fatal, pero por alguna razón quiero mostrarles a mis papás que no es así, por eso salí de casa, con un puñado de pañuelos en el bolsillo, a caminar un rato.

Pasé por la casa de Mateo, no para visitarlo, solo me asomé y pareció que no estaba, así que me fui de largo. Quizá vaya a sentarme un rato en el parque grande, o en el parque pequeño.

—¿Hugo?

—¿Katy? —me mira—. ¿Qué haces por aquí?

—Iba al parque, pero no pensé encontrarte aquí, ¿qué haces?

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora