3. El profesor

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Capítulo 3
El profesor.

¿Lo sabrá? ¿Lo recordará? Esas preguntas dan vuelta en mi cabeza como mosquitos molestos. No dejo de imaginar a Mateo en el trabajo como un zombi, recordando todo lo de anoche. Él y mi papá estarían igual después de lo de anoche. Mi mamá se enojó mucho y lo mandó así a trabajar. Pobre, pero ¿quién toma entre semana?

Estoy mordiendo mis uñas solo con pensar que algún día cercano, Mateo vendrá a mi casa y me verá con los peores ojos del mundo por lo que hice.

Recargo mi cabeza en mi puño, soltando un suspiro, por instinto observo al frente y todas mis preocupaciones desaparecen... porque llegan unas nuevas. El hombre que se encuentra sentado frente a mí es nuestro profesor. Muchos alumnos lo tienen catalogado como el maestro más estricto, amargado, e injustamente guapo. Tienen mi respaldo solo en las primeras dos, pero muy poco. Nunca he... Bueno, sí he llegado a babear por algún profesor en cierto punto de mi vida, pero por él no. Jamás. Las únicas veces que acapara mi atención es cuando explica algún tema nuevo aceleradamente.

Es un señor de veintinueve años, abajo del metro ochenta, piel blanca, cabello negro: un poquito largo y ondulado. Posee también unos ojos lindos y unas cejas horripilantemente hermosas, pero solo eso le envidio.

Se encuentra sentado en su escritorio, con sus ojos cerrados y un puño pegado a sus labios. Es raro que esté tan tranquilo, no ha puesto ningún trabajo en los últimos quince minutos.

—¿Saben qué? —se levanta repentinamente de la silla, hurga en su maleta hasta encontrar un plumón rojo, con el cual empieza a escribir una lista en el pizarrón—. Dos horas es mucho tiempo para que lo desperdiciemos así —dice—. Me van a hacer un ensayo de todo lo que hemos visto desde que inició este parcial. Ya saben que lo quiero en limpio, con ilustraciones a mano bien hechas, coloreadas...

Pongo mis ojos en blanco, creo que puedo adivinar lo que sigue.

—No quiero fallas ortográficas, ya saben que palabra que escriben mal, palabra que escriben cien veces y con definición.

... Definición...

—Tampoco quiero que se equivoquen con mi nombre —exige, alzando la voz y viendo a ciertas personas—. Llevamos dos años juntos como para que aún no se lo aprendan.

Lamentablemente.

Su nombre probablemente es lo más personal que conocemos de él. Nos lo escribió en el pizarrón con letras mayúsculas el primer día que nos dio clases: Lisardo Ismael Foullet de Martín Ortega. Y juro que con eso yo ya no quise saber más de él. Por Dios, este hombre tiene extraño hasta el nombre.

—Mañana me lo entregarán.

La primera vez que nos pidió un trabajo tan elaborado en tan poco tiempo, todos enloquecimos, ahora ya nos acostumbramos.

Resoplo disimuladamente, ya que este hombre no puede ver a alguien bostezar ni un poco porque es como una patada en sus kiwis.

Acabo rápido la portada, con mi nombre arriba del suyo y escrito con tinta roja. El logotipo de la escuela es una deformidad muy fácil de dibujar, agrego unos detalles extra para perder el tiempo.

Un titirin proveniente de su celular, me distrae por completo, el profe lo toma y contesta el mensaje, luego parece mirar otro y querer soltar algo así como un intento de risa.

—Ya pueden salir —anuncia.

No es que me guste pasar mucho tiempo en la escuela, pero ¿salir? Afuera hay una tormenta eléctrica, ¿cómo rayos nos iremos? Parezco la única preocupada por eso, todos agarran sus cosas y salen huyendo del salón, hasta dejan al pobre profe con la despedida en la boca. Carraspea y continua guardando sus cosas en su maleta como yo lo hago en mi mochila.

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora