13. El ajedrez

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Capítulo 13
El ajedrez.

No soy ninguna fan de los juegos de mesa. Cuando llegamos, en vez de entrar a su casa, Jerome me dirigió por el jardín hasta una mesa de exterior con dos sillas. Nos sentamos y lo que llamó mi atención fue el tablero de ajedrez que había encima.

Jerome me preguntó si sabía jugar, a lo que mi respuesta fue negativa y él, tan lindo, se empecinó en explicarme lo mejor posible sobre qué trata. Aún así no entendí nada. Supongo que ahora él me está derrotando con cada pieza que muevo. Deslizo la figura del caballo.

Jaque mate.

Jerome sonríe.

—Eso no es jaque mate.

Suelto un bufido, apoyando todo mi peso en el respaldo de la silla.

—No entiendo el ajedrez —repito por enésima vez.

Junta todas las piezas que tenía fuera del tablero para acomodarlas nuevamente.

—Pero ¿no crees que es mucho más divertido y sano?

—Sí, ha de serlo cuando lo entiendes.

Jerome abre sus brazos para estirarlos, en el movimiento se lleva una mano sobre el cabello y lo peina muy delicadamente por encima, luego hace unos aspavientos extraños.

—¿Qué pasa? —inquiero.

Con esa cara llena de incomodidad, niega con un gesto que me hace dudar mucho.

—Está… caliente. —bufa y deja caer sus brazos—. Hace mucho calor hoy.

—Oh… Sí, hoy hace demasiado calor.

Aunque nos está cubriendo la sombra de su casa, sigue muy caluroso. Yo no siento mucho, cuando me envió el mensaje no tenía ni diez minutos de haberme dado un baño. Estos días han estado horribles y lo peor es que aún no es verano.

—Pero quítate ese saco —me levanto agobiada. Me pone de los nervios verlo con todo ese traje encima. ¿Por qué no se lo quita al dejar de trabajar?—. Esta tela de por sí es muy gruesa, no me sorprendería encontrarte un día con un traje de pana.

—Eso jamás.

Lo sostengo de sus solapas para que él deslice sus brazos y los saque. Cuando lo hace, lo cuelgo en el respaldo de su silla y me planto frente a él con ambas manos en la cintura.

—¿Ya notas la diferencia?

—Mucho —alza ambas cejas—. No suelo quitármelo, es como parte de mi estilo.

—¿Prefieres asarte que perder el estilo? —cuestiono y él vacila con la cabeza haciendo un gesto de afirmación. Suelto una risa suave—. ¿Siempre usas traje?

—Sí. Hasta ahora no me había tocado una semana así… Pero esto me superó por completo. ¿Cómo es que tú estás aguantando? Esos pantalones yo los veo muy gruesos.

—¿Me los quito? —juego. Él curva sus labios en una sonrisa.

—No quise decir eso… —explica sonrojado—. Pero de todas formas no te puedo decir qué hacer o no.

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora