23. Yo te conozco

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Capítulo 23
Yo te conozco.


Mi segunda cita con Rodrigo no llegó hasta semanas después de mi graduación. Descubrí que tiene auto y más cosas de él, como que dibuja muy bien, su color favorito es el verde, le encantaría viajar a Corea, le fascina la música se ese mismo lugar… Muy a la moda está Rodrigo. Actualizado. Moderno. Sabe lo que quiere. En cambio yo, nunca me he puesto a pensar dónde me gustaría ir de vacaciones algún día.

En fin, con lo que dije parece que ya hemos salido unas diez veces, en realidad solo van dos. No sé si es normal estar tan informada sobre sus gustos, con Jerome estuve más de un mes y medio y creo que no supe mucho de las cosas que eran de su preferencia.

Entre las cosas buenas que me han sucedido están que ya me libre del profe y pasé el examen ese de admisión. No sé por qué veces siento algo de arrepentimiento por eso.

¿Qué más? Solo Jerome por aquí y por allá. No tan fuerte como al inicio, por suerte. Ya no he llorado y para mí eso es un gran paso, como el que di cuando me deshice de todos mis juguetes, excepto del que me dio Reyna, ese lo es todo en uno.

La principal razón de esto último es que no puedo tocarme sin pensar en él de ciertas formas y eso me asquea, no por Jerome, sino por mí, me hace sentir tan incapaz de todo.

Revuelvo mi cuerpo en el asiento, trato de poner toda mi atención en la película que se proyecta en la sala casi vacía del cine. Es una pareja cantando en la playa. Una «comedia romántica». No tiene nada de comedia para mí, es una tipa que se la pasa sufriendo por un estúpido la mitad de la película… Bueno.

Exhalo sutilmente. Apoyo mi cabeza sobre mi puño y veo a Rodrigo. Él está muy entretenido y comiéndose las palomitas saladas. Aguzo mi mirada sobre su rostro siendo sombreado por la pantalla, su piel se ilumina de un color diferente conforme cambia la escena y lo vuelve un poco… peculiar. Por un momento dejo de reconocerlo y allí, frente a mí, veo a Jerome.

Mi mano se acerca hasta su nuca, donde entierro mis dedos en su cabello y lo giro hacia mí para estampar mis labios con los suyos.

Y no sé qué es, pero al instante su tacto me hace reaparecer en la realidad, no son lo mismo… ¿Dónde están esos labios delgados, rosados y dulces? Esos que siempre parecían saber a yogurt.

Me aparto sonriendo solo porque él lo hace. Me siento mal y con un terrible vacío. Ese beso, lejos de gustarme, solo me dijo que para Katalina ya no hay Jerome y para Jerome nunca hubo Katalina.

Bajo mi cabeza, la levanto cuando escucho los pasos de una pareja que baja a toda velocidad, son unos que estaban sentados detrás de nosotros. Imagino que nos vieron u oyeron y pensaron que pasaría algo más.

Rodrigo pone otra vez sus ojos sobre la pantalla, esbozando una sonrisa y posando su mano sobre la mía.

*****

Me tumbo en mi cama, ruedo y me enrollo con la sábana.

—Ya sé que llevo unas citas con él, pero… aún no me convence del todo —le cuento toda la situación a Reyna por teléfono.

—Entonces deja de salir con él, no deberías obligarte si sabes que no te gustará… O si piensas que me enojaré.

—No… Es que no lo sé… Rodrigo es muy lindo y todo eso, pero no es mi tipo.

—Déjalo, Katy, es lo que te ando diciendo.

—¡Me da cosa! Ya hemos salido tres veces, seguro le rompo el corazón y yo no quiero eso.

Katalina I y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora