Capítulo 20

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Victoria se bajó del coche negro que la había recogido en el Bar Mis Joyas por órdenes de Rómulo. Todo había pasado tan rápido, que apenas tenía tiempo de procesarlo. Sentía el corazón oprimido y se sentía como si hubiese corrido un maratón. Estaba agotada física, mental, pero sobre todo en sus emociones. Y parecía que sus problemas apenas comenzaban.

Estaba allí en un galpón en una ubicación que desconocía, a punto de enfrentarse a un Rómulo enojado por su traición. Recordó aquella ocasión en la que disparó sin remordimientos a su padre, algo que le heló la sangre.

En el pasado había convencido a su conciencia que todo había sido por un bien mayor: su libertad. Pero ahora no estaba tan segura de que Rómulo solo hubiese asesinado a su padre para salvarla. Quizás era un asesino despiadado y ella había estado engañándose a sí misma durante años.

Los pasos que daba podía oírlos haciendo eco en el lugar oscuro, iluminado en algunas zonas estratégicas. Max y otro hombre la acompañaban, y aunque no la apuntaban con un arma, así se sentía. Se detuvo un instante porque el miedo la paralizó y Max la instó a seguir, a lo que no tuvo más remedio que obedecer.

No quería entrar al lugar y darse cuenta que Heriberto y Salazar habían sido asesinados. Definitivamente no quería llevar esa carga en su conciencia, menos en su corazón. Lanzó una plegaria al cielo a medida que se adentraba a la habitación que había sido seleccionada para su encuentro con Rómulo.

Al entrar, soltó un suspiro de alivio al ver a Salazar y Heriberto sentados en la habitación, ambos se levantaron rápidamente cuando la vieron pero no se movieron de su sitio. Rómulo en cambio se quedó sentado en la silla ubicada en medio de la habitación y no se volteó a verla, pero le habló.

- ¡Hola Victoria! Me alegro que hayas llegado por fin. – La silla giratoria hizo lo suyo y Rómulo la miró de pies a cabeza con una sonrisa de triunfo y esa mirada que acostumbraba a lanzarle para demostrarle su deseo por ella.

Max la tomó del brazo y la acercó a su jefe, para entonces pararse un poco más cerca de Heriberto y Salazar, movimiento que su compañero imitó. Rómulo no se levantó de la silla sino que tomó a Victoria de la cintura y la acercó a él, sentándola en sus piernas con rudeza y volteándose a ver a sus prisioneros.

Tanto Salazar como Heriberto apretaron con fuerza sus manos y sus ojos centellearon de furia al ver el trato de Rómulo hacia la mujer. Heriberto respiró con fuerza y enojo al ver como Rómulo besaba el cuello de Victoria y ella se quedaba tensa sin poder hacer mucho para evitar el acoso.

- ¡Estás hermosa! – dijo Rómulo con voz ronca e inhaló el perfume de su piel en el cuello.

- Rómulo, ¿Qué estás haciendo? – preguntó con temor – Deja ir a...

- ¿Vas a pedir clemencia? – Dijo oliéndola de nuevo y pegándola aún más a su cuerpo para que notara su excitación. Victoria trató de alejarse y él la aprisionó con más fuerza.

- ¡Ya basta! – Dijo Salazar con enojo. Rómulo lo miró con diversión.

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