Capítulo 28

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Heriberto se quedó pasmado sobre el cuerpo de Victoria. ¿Había escuchado bien? ¿Ella le había pedido matrimonio? Quizás debió quedarse callado por mucho tiempo, porque ella se enrojeció aún más allá del rubor que se alojaba en sus mejillas después de hacer el amor.

- Fue una estupidez de mi parte – sonrió ella nerviosa y le acarició el cabello.

- ¿Me pediste que me casara contigo? – Heriberto se despegó de ella, dejando un vacío más allá de lo físico. Ella se irguió rápidamente y se cubrió con la sábana, pues ahora su cuerpo sentía un frío que le calaba los huesos.

- ¡Olvídalo! De verdad. – Victoria sentía ganas de echarse a llorar, pero le sonrió para no hacerle sentir obligado a decir que sí, solo porque ella hiciera un puchero. – Creo que las emociones de los últimos días me rebasaron. – Heriberto no dijo nada y se sentó en la cama. Ella se enrolló la sábana en el cuerpo y se levantó para ir al baño. – Voy al baño.

- ¡Espera, Victoria! – La detuvo su voz potente, se quedó mirando la puerta del baño sin volver a él. Unos segundos después, lo sintió tras ella, así que se volvió a él, con el resquicio de temple que le sobraba. Vio que se había puesto su ropa interior - No te he dado mi respuesta.

- No es necesario que respondas, Heriberto. – ella rió sin humor - Creo que fue una pregunta precipitada. Apenas llevamos un mes viviendo juntos. Es una tontería.

- Bueno... entonces si te parece tonto eso. Mucho más tonto te parecerá esto. – Heriberto el tendió una pequeña caja de joyería que hasta ese momento ella no había visto. Entonces, el corazón de Victoria latió con fuerza.

- ¿Qué... qué es esto?

- Ábrelo. – Ella lo miró un momento, tratando de encontrar una emoción en su mirada. Sin embargo, Heriberto estaba serio. Entonces, abrió la caja y se encontró un anillo de compromiso. – Me lo entregaron hoy. Iba a pedirte matrimonio mañana. – Victoria se quedó mirando el anillo durante unos largos segundos, que a Heriberto le parecieron días.

- Y lo arruiné. – susurró ella con lágrimas en los ojos sin dejar de ver el anillo más grande y brillante que había visto en su vida.

- No – dijo él acercándose y quitándole la sábana que cubría el cuerpo de su amada, para verla en su estado más natural, más auténtico. – No arruinaste nada. – le dijo con voz ronca y baja - No es la propuesta más tradicional, y... ¡vaya que me sorprendiste! – Le dijo sonriendo ahora mientras le pasaba un dedo por los labios. – Pero es la mejor propuesta que me han hecho en la vida.

- Mentiroso. – Heriberto sonrió más, de esa manera entre seducción y ternura.

- Acepto casarme contigo, Victoria. – El corazón de Victoria latió más furioso que nunca. Cuando lo vio tomar el anillo y mostrárselo - ¿Aceptas mi anillo de compromiso? – Ambos se miraron con intensidad sensual y ella se mordió el labio inferior para asentir con decisión. Sus ojos acumularon más lágrimas, pero él no permitió que llorara, si no que tomó sus labios con abrumadora pasión. Pegó sus cuerpos hasta hacerlos casi uno solo, y cuando sus pulmones demandaron oxígeno, se separó de ella y le colocó el anillo con infinita paciencia, como si así le estuviera enviando el mensaje de que esa unión sería para siempre.

- Te amo Heriberto. – le confesó con el corazón abierto a él.

- Y yo te amo a ti. – le dijo besando su mano.

- ¿Estás seguro de que quieres casarte conmigo y todo mi equipaje? – Heriberto elevó un extremo de sus labios en una sonrisa y le tomó el rostro entre sus manos.

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