Capítulo 14

1K 112 52
                                    



Como si hubiese sido costumbre moverse en la casa de Victoria, Heriberto pronto la recostó en el sofá, sin despegar ni un segundo sus labios. Se cernió sobre ella, acomodando sus cuerpos en perfecta alineación para el amor. Sus labios le hicieron el amor, mientras sus manos acunaban su rostro.

Hubiese querido permanecer así por siempre, pero fue necesario tomar oxígeno

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hubiese querido permanecer así por siempre, pero fue necesario tomar oxígeno. Pero él no quería darle tregua, así que posó sus labios en su mejilla y bajó hasta su cuello, lo que la hizo suspirar y temblar.

Victoria hincó sus uñas en la espalda de Heriberto y echó la cabeza hacia atrás, abandonándose a las caricias de sus labios. Una de las manos de Heriberto viajó hasta su pierna y la alzó para él poderse acomodar mejor entre sus piernas.

El no dejó de besar su cuello al tiempo que apretaba sus caderas contra las de ella, haciendo que Victoria gimiera de placer. Cuando fue a tomar de nuevo su boca, el llanto de una niña los detuvo. Heriberto la miró a los ojos y notó como estaban ensombrecidos y con un brillo diferente al que había visto hasta ahora; era pasión. Quiso besarla de nuevo, pero el llanto sonó aún más fuerte, así que ella lo empujó con fuerza para levantarse y adentrarse en la habitación.

Victoria encontró a María despeinada y sentada en la cama, sollozando. Enseguida se sentó con ella entre sus brazos, y depositó un suave beso en su frente. Entonces, comenzó a susurrarle al oído cuanto la quería, y la niña se aferró a ella medio dormida aún.

- Nada está pasando. Todo está bien, aquí estoy mi vida. – le susurró y la recostó en la casa y se acomodó junto a ella.

- Mamá... - Victoria sonrió al mirar la placidez con la que comenzaba a quedarse de nuevo dormida su pequeña.

- No tienes nada de qué preocuparte mi vida, tu mamá hará lo que sea para que seas feliz. – le dijo en un susurro, pero aunque las palabras fueron dichas de esta manera, Heriberto que estaba recostado en el marco de la puerta las escuchó.

Él miró la escena y se sintió extraño. Por una parte, se sentía fuera de lugar, porque ese momento era de madre e hija. Pero la otra parte le gritaba que su lugar estaba allí pero, esa parte aún estaba confundida. Pasaron unos minutos donde Victoria siguió canturreándole a María y Heriberto solo la observaba.

Cuando Victoria estuvo segura de que María volvía a estar dormida, la arropó y se levantó de la cama para volver a la sala, pero se detuvo tensa al verlo recostado en la puerta. Caminó hasta él sin dejar de mirarlo y cuando estuvo cerca, él solicitó con voz baja.

- ¿Puedes ofrecerme un café? – ella asintió y pasó a su lado, dejando una ráfaga de su perfume, un aroma distinto al que él había olido en ella siempre. No era el aroma natural de su piel, ese que a él le gustaba tanto. Sí, olía delicioso, pero él prefería que oliera a Victoria.

Amarte AsíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora