Capítulo 26

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Heriberto aceptó gustoso el beso de Victoria. La apretó con fuerza por la cintura, al tiempo que devoraba sus labios con ansiedad. Reencontrar sus tibios labios en un beso arrollador era lo que ambos necesitaban para comprobar que sí, el amor estaba intacto.

Podrían haberse quedado así por la eternidad, si no hubiese sido porque María volvió con su ojos, y demandando la atención con el ímpetu que acostumbraba. Heriberto la cargó en brazos de nuevo, y Victoria le hizo espacio para que entrara al departamento.

- ¿Cómo ha estado Doctor Oso? ¿Le has cuidado bien? – María asintió con seriedad.

- Doctor Oso pensó que lo habías abandonado. – dijo algo cabizbaja - Pero yo le dije que no. – Mintió con descaro la niña, pues la noche anterior había sido categórica al declararle a su madre, que Heriberto era un mal papá Oso.

- Sé que no he sido el mejor papá Oso, pero ¿me dejarías compensar a Doctor Oso?

- ¿Qué es eso? – preguntó algo preocupada. Victoria se tapó la boca para evitar que su hija mirara la sonrisa que había aflorado en su rostro.

- Quiero que Doctor Oso me permita demostrarle que puedo ser un buen Papá Oso.

- Ahhh... - María se mordió el interior de la mejilla y consideró el asunto. – Creo que Doctor Oso te dejaría.

- ¿Lo crees?

- Solo si prometes no irte de nuevo. – señaló ella mirándolo con seriedad.

- Si me dejas. No me iré jamás. – La niña se sonrojó un poco y miró a su madre con un poco de vergüenza. Victoria solo le guiñó un ojo.

A partir de allí, María no se separó casi ni un instante de Heriberto. Le habló de sus infortunios encerrada, tan dramática que cualquier habría pensado que era una damisela en apuros.

Después de comer, los tres se sentaron en el sofá para ver un programa infantil. Victoria los miró un instante a su lado, y pensó que se sentía tan bien estar así... Solos los tres, sin interrupciones ni palabras cargadas de tensión, solo siendo una pequeña familia. Tiempo después, María cayó rendida en los brazos de Morfeo, pero apoyada en el pecho de Heriberto.

- Creo que se durmió – le susurró él a Victoria, temiendo moverse y despertar a María.

- Sí – dijo ella sonriendo. – Voy a llevarla a la cama.

- Ayúdame y lo hago yo. – Ella tomó a su hija con cuidado y él pudo levantarse y tomarla en brazos.

Ambos la llevaron a la habitación que compartían madre e hija en el departamento de Julián. Victoria la arropó y besó su frente, dejó la puerta un poco abierta, y salió de la mano de Heriberto hacia la sala. Cuando llegaron al sofá, Heriberto la abrazó y ella se recostó en su pecho, tal como minutos antes había estado María.

- Te extrañé muchísimo – le dijo Heriberto e imprimió un suave beso en la frente de la mujer.

- Yo también – dijo ella sonriendo y pegándose más a él. – ¿De verdad trabajaste como un loco solo para venir?

- Llevo días sin dormir más de 5 horas al día. Pero no me importa, no ahora que te tengo en mis brazos. – Victoria se sintió dichosa al sentir su calor. – Y no pienso irme de nuevo. – Ella se separó un poco, lo suficiente para mirarlo.

- No puedes abandonar el proyecto.

- Lo dejé en manos de alguien en quien confío.

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