Capítulo 5

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Heriberto se levantó con cuidado de la silla donde estaba sentado y se acercó lentamente sin quitarle la mirada ni un segundo a Victoria. No creía en el destino ni mucho menos, pero haberla estado pensando y que ella apareciera, hizo que le latiera el corazón a un ritmo inusual.

- Lo siento... yo... no sabía que había alguien. – dijo ella atribulada. Heriberto respiró hondo y al ver que ella se disponía a irse la retuvo con suavidad tomándola del brazo.

- No es necesario que te vayas – le dijo con voz ronca - De hecho, me gustaría un poco de compañía. – Sin poder contenerlo, el corazón de Victoria se contrajo a límites patológicos. - ¿Pudiste descansar algo en el sillón? – Le preguntó y ella entonces se sonrojó al recordar las palabras de la nota.

- Sí. Muchas gracias. - Heriberto sonrió y ella sintió que sus rodillas tambaleaban, pero trató de enfocarse y cambió el rumbo de la conversación – Parece cansado.

- Lo estoy – dijo él y suspiró mientras se pasaba una mano por el cabello algo despeinado. – Hoy, ha sido un día difícil.

- ¿Muchos pacientes? – preguntó mirándolo con intensa curiosidad.

- Más de los que un médico puede soportar – dijo sin ocultar la tristeza - Cuando te toca a ver a niños sufriendo... Es una sensación que no te abandona en mucho tiempo - Ella sintió compasión por él, se notaba agotado y triste.

- ¿Por qué decidió ser pediatra entonces? – El médico miró un punto lejano y se quedó callado, tanto que Victoria lamentó haber preguntado. Sin embargo, después de un momento él respondió con voz grave.

- Prometí que devolvería todo lo que se me dio. – Victoria frunció el ceño, pero no dijo nada al verlo taciturno. Heriberto sacudió la cabeza como tratando de apartar sus recuerdos. – ¿Te puedo pedir dos favores? – ella asintió no muy convencida.

- El primero: Tutéame... y acepta tomar un café conmigo. – Victoria dio gracias a Dios que la oscuridad de la noche y la poca iluminación no pudiese reflejar con nitidez lo sonrojada que estaba segura se había puesto.

- Yo...

- El café está aquí mismo - le dijo tomándole la mano con suavidad y ella tembló soltándose rápidamente - Necesito compañía. – rogó y ella no pudo negarse, y sinceramente tampoco quiso.

- Bueno... - Heriberto volvió a tomarle la mano, y la llevó hasta una mesa con sillas que estaba en la terraza.

- También tengo sándwich. – dijo sentándose a su lado después que ella se sentara, sin ocultar el placer que sentía por su nueva compañía. Él extendió una taza con café para ella y un sándwich, pero Victoria sólo se llevó el café a la boca para dar un trago. Sin embargo, sus ojos estaban fijos en el hombre que ahora sonreía mientras abría su propio pan. – Tu amiga, Helena creo que se llama, me dijo que tenías dificultades en el trabajo para recibir un permiso.

- Son poco comprensivos con las faltas – le respondió ella sin mucho detalle. Heriberto asintió.

- Quizás pueda ayudarte un informe médico, puedo... - Victoria lo interrumpió

- No es necesario. Creo que puedo arreglármelas. – Heriberto volvió a morder su sándwich sin dejar de mirarla. Ella estaba seria, rígida, casi parecía que temiera decir algo inapropiado. Además, sus respuestas eran escuetas y en un tono seco que lo intrigó a mares.

- Ehm... he notado que solo tú amiga Helena, y tú han venido al hospital a ver a María. – Heriberto carraspeó y bebió un trago de café para continuar con la oración – Que hay de... del papá de la niña. – Victoria dejó la taza en la mesa y se levantó con cierta desazón.

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