Capítulo 24

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Heriberto estaba en la cama sobre Victoria, apoyando en sus antebrazos para no aplastarla con su peso. Se habían entregado a la pasión más de una vez durante esa mañana, y no podía dejar de mirarla con adoración. Ella se sonrojó ante su mirada intensa, pero le sonrió con dulzura.

- ¿Ya te dije que eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos? – le preguntó él y le dio un suave beso en la punta de su nariz. – Me encanta cuando sonríes así de verdad, que la alegría llega a tus ojos verdes. – Ella lo complació con una sonrisa más amplia y un beso pico en los labios.

- Tengo hambre. – Heriberto ronroneó y se movió sugerente sobre ella, pero Victoria rió bajito. – En serio, hambre de comida.

- Entonces, ¿tendré que levantarme? – preguntó un poco enfurruñado, tal como un pequeño al que se le ha acabado el tiempo de juego.

- Eso creo. – Después de robarle unos cuantos besos más, se decidió a levantarse y ella admiró su cuerpo.

- Si me miras así, no puedes pretender que me quede sin hacer nada. – Heriberto se colocó un pantalón de chándal y una camiseta. Victoria levantó la ceja un poco y se sentó en la cama, llevándose la sábana a los pechos.

- Eres un hombre muy guapo.

- ¿Solo guapo? – le dijo ofendido - Acabo de decirte que eres la mujer más hermosa que han visto mis ojos. – Entonces sonrió encantado de tener esa conversación tan relajada con ella. – Mi ego ha sido golpeado.

- Quizás podamos hacer algo más tarde para compensar a tu pobre ego. – Los ojos de Heriberto se encendieron de pasión, al pensar lo que podría pasar entre ellos. Entonces, bajó hasta su rostro, poniendo las manos en la cama, para atraparla entre sus brazos.

- Me encantaría. – La besó con arrobo y ella le correspondió de igual forma.


Entre risas y besos, prepararon algo de comer, luego que Victoria llamase para saber de su hija, quien comenzaba a desesperarse. Heriberto le tendió un tenedor con un pedazo de carne y ella lo tomó en su boca, luego de enrojecerse. Estaban sentados en la terraza, comiendo para reponer las calorías que habían perdido esa mañana.

- Dime algo... - Heriberto se removió incómodo, pues la conversación que iba a darse tendría algunos temas puntillosos en su relación - ¿Sigues viviendo con Julián Corona? – Victoria masticó y tragó, sin dejar de mirarlo con intensidad.

- Sigo viviendo en su casa. – comentó luego de beber un poco de agua. Heriberto asintió y se echó para atrás, pegando su espalda en la silla. Ella sintió como ponía distancia y comenzó a explicar – Julián tiene apoyo de la fiscalía. Su departamento está custodiado... mi hija está a salvo allí.

- Y... ¿piensas seguir viviendo allí para siempre? – preguntó y clavó su tenedor en un trozo más de comida, pero debió haberlo hecho con más fuerza de la necesaria, porque Victoria posó su mano con suavidad en su brazo.

- Mi hija es lo más importante para mí. Haré lo que sea por conservarla conmigo. – Heriberto vio en sus ojos dolor, miedo, ansiedad.

- Y si te dijera que yo puedo protegerlas tan bien como Julián Corona. – los ojos de Victoria se iluminaron y llenaron de lágrimas que no derramó.

- Te diría que iría contigo al fin del mundo. – Heriberto dejó su tenedor y le tomó las manos para besarlas.

- Entonces ven al fin del mundo conmigo. Tú, María y yo... Ahora mismo.

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