Capítulo 27

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Aunque no les faltaban ganas para hacer el amor en cada habitación de la casa, las obligaciones les impidieron seguir con su faena amorosa. A Heriberto lo llamaron para una consulta a distancia de un paciente suyo, pero al saber que estaba en la capital, le pidieron acudir lo más pronto que pudiese.

Dejó a Victoria en el departamento de Julián, con un beso y la promesa de recogerlas al día siguiente para mudarse con él de manera definitiva. Victoria entró a la habitación que compartía con su hija, y la encontró acostada mirando caricaturas, con el dedo pulgar en su boca. Al verla, la niña se levantó corriendo y se lanzó a sus brazos. Ya pesaba demasiado, y así se lo hizo saber su madre, mientras le hacía cosquillas.

- ¿Quiere que prepare algo para usted? – preguntó la niñera que Julián había contratado para cuidar a María. - Voy a preparar la merienda de María.

- Gracias Lucía. Lo mismo que María está bien. – la joven mujer salió con una sonrisa. Una vez solas, Victoria se recostó en la amplia cama con su hija. Todo había cambiado para ellas.

- ¿Qué hiciste hoy mi vida?

- Lloré mucho. – Victoria levantó la ceja y la miró atenta – No quería bañarme.

- Entiendo... Y, ¿qué sucedió? – preguntó con cautela, pues eso de tener niñera era nuevo para ambas.

- Lucía me dijo que tenía que bañarme porque tenía bichos en el cuerpo. – Victoria alzó las cejas, concentrada en la historia que le contaba su hija con expresión de horror.- No quiero tener bichos mamá. – sollozó y antes que se armara un nuevo drama, Victoria le sonrió.

- Si por lo menos te bañas una vez al día, no tendrás bichos.

- Eso dijo Lucía – dijo respirando hondo con un ligero temblor en la voz. – Y me bañé.

- ¡Qué buena niña! – La alabó y le dio un beso en la frente. – Mi vida... hay algo que quería preguntarte. Heriberto... ¿te cae bien? – María asintió enseguida

- Qué bueno. A mí también me cae bien. Ehm... ¿Te gustaría vivir con él? – La niña frunció el ceño un poco.

- No mamá – dijo enseguida abrazándola y subiéndose en sus piernas – Yo quiero vivir contigo. – Victoria rió un poco.

- Claro que vas a vivir conmigo. Viviríamos Heriberto, tú yo, juntos. En una nueva casa.

- ¿Y Doctor Oso?

- Doctor Oso también vendrá.

- Creo que a Doctor Oso le gustará estar con su papá. – Comentó María recostada en el pecho de su madre. – Mamá...

- Dime mi vida.

- ¿Yo tengo papá? – Victoria se quedó estática, pálida y angustiada. María nunca había tenido interés en la palabra papá y ella pensó que podría evitar el tema durante más tiempo.

- Claro que tienes un papá.

- ¿Dónde está?

- Él está en un lugar muy lejos. No puede venir.

- ¿Por qué? – A Victoria se le llenaron los ojos de lágrimas. Pero respiró hondo para enfrentar un tema que tenía que abordar tarde o temprano. Sentó con cuidado a su hija frente a ella, para que la viera a los ojos y supiera que todo lo que le diría sería verdad. Se mordió el labio y comenzó a armar su idea.

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