Capítulo X

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El abrasador sol de verano, que engullía todo a su paso, no impedía que Eustass Kid y Killer estuviesen en la calle haciendo el vago. Habían comprado unas latas de cerveza en una tienda del barrio donde les fiaban, y estaban tirados en la hierba del parque próximo a sus casas. Los dos tenían buen aguante para el calor, y lo preferían al frío.

–¿Y si le pido el número? –Kid comenzó, rumiando como un disco rayado.

–Querrás decir, si yo le pido el número a Penguin –Killer le corrigió con sorna, logrando un chasquido de lengua por parte de su amigo–. Por probar no pierdes nada. Además, no podéis estar peor de lo que ya estáis, así que...

–Tampoco te pases, cabrón –el pelirrojo bebió un trago largo–. Te recuerdo que fue él quien vino a por mí en la fiesta de fin de curso. Me encerró en el baño y se sentó encima de mí –señaló el chico como si fuese todo un logro en la vida.

–Podía ir borracho –el rubio comentó–. Al final, casi todos llevábamos una mierda elegante. No sé cómo no nos pillaron –sonrió ante el recuerdo del ponche saboteado.

–Porque somos los putos amos –Kid soltó una carcajada–. Nos queda un año para acabar el instituto y pirarnos de ahí. Qué putas ganas tengo, tío.

–¿Fuiste a preguntar al taller? –Killer recordó, ahora que su amigo hablaba de acabar los estudios. Kid lo tenía claro, pero él no tanto.

–Iré mañana. He estado ayudando a mi madre con la casa –se excusó–. Quería cambiar el color de su habitación y no sé qué pollas más. ¿Y qué hay de lo tuyo?

–El viernes acabo el curso de primeros auxilios –suspiró con alivio–. Me darán el finde libre y el lunes ya empezaré en la piscina.

–Qué cabrón que eres –era la forma de felicitar a su amigo–. Ser socorrista está tiradísimo.

–Tú también podrías serlo si te diese la gana –el rubio le picó.

–Nah, no nado tan bien como tú –el chico se encogió de hombros, acabando la cerveza–. Qué, ¿vas a pedirle el móvil de Trafalgar al canijo?

–Sólo si te comportas como una persona normal y no le acosarás a mensajes a todas horas –le amenazó mientras sacaba su móvil del bolsillo y empezaba a escribir.

–Tranqui, colega –Kid sonrió–. Sólo quiero saber qué tal le va el verano. No es como si estuviese enamorado de él o algo por el estilo.

Killer rodó los ojos. Él tenía una opinión distinta al respecto.

*

Penguin había terminado de hacer unos ejercicios de repaso de sintaxis –le costaba un poco analizar oraciones complejas– y, después de darse una ducha para refrescarse, decidió llamar a su amigo Trafalgar. Lo que le tenía que contar era mejor que lo escuchase por su voz que no lo leyese vía mensaje. Si su amistad acababa ahí, mejor hacerlo de esta manera. Puede que el chico no le hablase en unos días, pero Penguin creía que no era para tanto.

Se sentó en la cama de su habitación con un refresco bien fresquito y esperó a que su amigo descolgara. A pesar de que ambos estaban en la ciudad, Law se resistía a salir en verano porque hacía mucho calor. Penguin tampoco aguantaba mucho el bochorno, pero no quería estar a todas horas encerrado en casa durante las vacaciones.

Tardó cuatro pitidos en coger el móvil. Penguin ya se lo imaginaba, con el teléfono en la mano mirando la pantalla con cara inquisitiva. Trafalgar era de los que no contestaban una llamada y después mandaba un mensaje para ver qué querías. Después de hablar de trivialidades varias, el castaño entró en materia:

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