Capítulo V

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Trafalgar Law miraba sus deberes de Física y Química sin prestar atención. Las evaluaciones de marzo estaban a la vuelta de la esquina y, si quería ser el mejor de clase, debía sacar muy buena nota en este examen para no bajar la media. Pero ésta era una asignatura que se le hacía un poquito cuesta arriba.

La sirvienta le trajo la merienda y se distrajo –un batido natural de fresa y plátano y un sándwich de pavo con aguacate. Apartó las cuentas y empezó a comer. El aburrimiento había hecho que tuviese ganas de comer. De repente, se escuchó la puerta de la calle y supo que Doflamingo había llegado de trabajar. La criada bajó corriendo para recibirle.

El moreno decidió disfrutar del batido antes de que su tío subiera a molestarlo como hacía todas las tardes una vez llegaba a casa. Se le revolvían las tripas cuando le preguntaba por los estudios y el instituto, o por sus amigos, como si se interesase. Law sabía que era todo fachada, a Doflamingo sólo le interesaba Doflamingo.

–Hola, hola, sobrino –la voz tan característica del rubio se escuchó antes de lo que Law hubiese deseado en su habitación. Su tío entraba por la puerta con la americana desabrochada y la corbata suelta–. ¿Cómo han ido las clases hoy?

–Bien –Trafalgar se centró en degustar el sándwich mientras miraba de reojo cómo su tío se sentaba sobre su cama.

–Pronto tendrás los exámenes, ¿me equivoco? –la pregunta no necesitaba contestación, ambos lo sabían–. Espero que sigas teniendo esas notas excelentes. Si sigues así, podrás ir a cualquier universidad que quieras, pública o privada.

–Aún no sé lo que quiero estudiar –gruñó el moreno. Tenía una vaga idea, nada más.

–Ya lo irás descubriendo. Y si, cuando entres a la universidad, no te gusta la carrera que has escogido, siempre puedes cambiar –el rubio se encogió de hombros, sonriendo. Aún llevaba las gafas de sol puestas, y a Law le ponía algo nervioso no verle los ojos–. Pero aún te queda terminar este año y otro más en el instituto, así que con calma.

Trafalgar dio otro bocado a su sándwich, no tenía mucho más que añadir a eso.

–En general, ¿en el instituto van las cosas bien? –Doflamingo continuó, haciendo que su sobrino frunciera el ceño con la pregunta. El mayor sonrió para sí.

–Sí –Law sabía que su tío escondía algo, y que diese tantos rodeos le crispaba los nervios. Su tío solía ser bastante más directo.

–Pregunto porque te he notado un poco... Distraído últimamente –una sonrisa de hiena apareció en el rostro de Doflamingo, se divertía con el interrogatorio.

–Serán imaginaciones tuyas. Estoy como siempre –la incomodidad iba creciendo dentro del chico, sabedor de que, más pronto que tarde, caería en la trampa.

–Bueno, ya sabes que soy muy observador... –el mayor tiró de la corbata para deshacer todavía más el nudo. Jugando–. ­­­­­­ Desde hace un tiempo, parece que algo ronda por tu cabecita... Desde aquel día de enero. Ya sabes, el de la fiesta.

Cazado.

A Trafalgar le cambió el color de la cara de un plumazo al escuchar aquello. Miró a su tío con perplejidad, como si hubiese mentado al mismísimo demonio –y en parte, así era. Las palmas de las manos empezaron a sudar, y la garganta se le quedó seca de repente. Tosió intentando recuperar la compostura, pero era demasiado tarde. Su tío lo sabía.

–No sé de qué me estás hablando... –Law desvió la mirada, sorbiendo lentamente el batido para pasar el mal trago.

Fufufu... Lo sabes tan bien como yo –la estridente risa de Doflamingo retumbó en los oídos del pequeño como si fuesen bombas–. Te gusta alguien, ¿verdad?

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