Killer anduvo lo más rápido que sus piernas y la gente por los pasillos le permitían. Estaban en el pequeño descanso de cinco minutos que tenían entre clase y clase, y tenía que llegar a su destino como fuese. Trotó los últimos metros y, cuando vio que el chico a quien debía abordar salía de su clase, recobró un paso normal.
–Hey, Penguin –le saludó. Como llevaba siendo habitual en unas semanas, Penguin estaba hablando con Trafalgar y ni siquiera le había visto acercarse–. ¿Tienes un momento?
–Ho-Hola –el nombrado contestó, sonriendo con cierta incomodidad. El gesto no pasó desapercibido para el rubio–. Tenemos que ir al laboratorio de Química...
La frase sonaba a excusa barata, pero era la verdad. Killer se quedó en silencio escrutando al chico que tenía delante –Trafalgar le importaba entre cero y nada. ¿Qué demonios había pasado para que, ahora, no intercambiasen más que cuatro palabras vacías? Eran amigos, muy buenos de hecho, pero Penguin estaba marcando distancias y Killer no sabía por qué.
Y, si una cosa había aprendido de toda la historia de amor que había tenido que padecer de Kid, era a hacer las cosas correctamente –o eso creía. Podía haberle mandado algún mensaje, pero prefería hablarlo en persona con él. Sentía que, cara a cara, Penguin no podría engañarle ni salirse por la tangente.
Durante el verano, su relación se había estrechado bastante –hasta un ciego podía verlo. Killer podía callarse sus sentimientos sin problemas para mantener la amistad y que nada cambiase entre ellos, pero no entendía por qué ahora Penguin le dejaba de hablar. ¿Es que había hecho algo mal? ¿Había hecho un comentario ofensivo?
No lo sabía, y por eso quería respuestas.
–¿Esta tarde tienes algo que hacer? –lo intentó de nuevo.
Penguin tragó saliva, nervioso. No sabía mentir –nunca había sabido–, y tampoco quería. Vio cómo los azules orbes del rubio le miraban sin pestañear, fijos en él, y se sintió aún peor. No quería hacerle daño, pero necesitaba un tiempo para reorganizar sus ideas. Y necesitaba hacer ese maldito test para salir de dudas porque, cada vez que sentía la presencia de Killer cerca, le temblaban las rodillas como a un cervatillo.
–Nos han puesto un examen de Trigonometría la semana que viene –intervino Trafalgar, serio e impasible como siempre–, y hemos quedado para estudiar.
Killer entrecerró los ojos, puestos ahora en Law. No le gustaba ese chico. Le había provocado más de un quebradero de cabeza a su mejor amigo enviándole señales contradictorias, y como amigo de sus amigos dejaba mucho que desear –porque con Penguin tenía comentarios realmente hirientes. Sin embargo, ahora mismo no tenía ganas ni fuerza para pelear.
–Ya veo –la voz de Killer sonaba monótona, y su rostro no era el más amigable–. En ese caso, ya hablaremos en otro momento.
Y sin darle tiempo a contestar a ninguno de los dos, Killer se fue por donde había venido. Penguin le vio marchar con el corazón en un puño –sabía que se había molestado. Suspiró, triste. ¿Por qué era tan cobarde? Agarró con fuerza el libro y el cuaderno que llevaba entre manos, agachando la cabeza como un perrito apaleado y echó a andar hacia el laboratorio.
–Tengo ganas de que todo esto acabe, Law... –murmuró, sin alzar la vista.
–Esta tarde iremos a casa de Shachi y saldremos de dudas –comento el moreno, mirando de reojo a su amigo.
En teoría, sólo Penguin iba a hacer el test. Pero Law no podía desaprovechar una oportunidad como aquella. También haría el test, y le pondría nombre de una vez por todas a ese lío de sentimientos que le provocaba Eustass Kid.
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Teens
FanfictionEustass Kid es un adolescente de 17 años que está locamente enamorado de Trafalgar Law, un compañero de instituto que, para su desgracia, no le hace caso. Con la ayuda de su mejor amigo, Killer, espera hacerse con el corazón de Trafalgar antes de qu...