Prólogo

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Bueno, hola. Después de mucho pensar y discutir conmigo misma, y tras recibir varios pedidos de que subiera esta historia, me decidí a empezar a subirla. La cosa es así, esta historia es vieja al igual que Pide un deseo, tienen más o menos seis años. O sea que las escribí hace tiempo y por eso me rehusaba un poco a subirla. Pero es un poco injusto a la vez no responder las dudas que quedaron sobre Iker en la historia anterior, así que sin más vueltas... para todos aquellos que querían saber la historia de Iker y Ailim, esto es para ustedes. Espero la disfruten, algo de mi antigua yo un poquito editado para no herir sensibilidades xDD 

Esta primera parte actúa de prólogo. 

Inglaterra 1748.

Lee ese una vez mas. —Él levantó uno de los libros y ella sacudió la cabeza arrugando la nariz—. No, el otro.

—¿Este? —Estaba claro que solo se burlaba de ella, señalando siempre el libro equivocado. La niña de largo cabello negro, se dejó caer en el piso refunfuñando por lo bajo, él soltó una carcajada y finalmente tomó el libro que ella pedía—. De los hermosos el retoño ansiamos, para que su rosal no muera nunca, pues cuando el tiempo su esplendor marchite, guardará su memoria su heredero…” —cortó la lectura abruptamente, justo cuando ella cerraba los ojos y se dejaba atrapar por las palabras—. No me gusta Shakespeare —se quejó el niño, ganándose una mirada furibunda por parte de la pequeña.

A mí sí —sentenció con firmeza—. Ahora toma ese libro y continúa.

—No quiero.

Por favor, Iker… —Ella hizo un puchero y en un segundo logró que sus ojos se abnegaran en lágrimas. Él la observó con cierto grado de escepticismo, pero terminó por dejarse ganar. Después de todo Ailim no podía hacerlo sola, tan solo podía disfrutar de algo de lectura cuando él lo hacía para ella.

—“Pero tú, que tus propios ojos amas, para nutrir la luz, tu esencia quemas…”

—¿Iker? —Ambos se volvieron para observar a la persona que subía la pequeña colina, él se puso de pie tomando rápidamente los libros entre sus pequeñas manos—. ¿Iker, cariño dónde estás?

—Tengo que irme —se excusó a toda prisa, y ella sonrió con tristeza un tanto renuente a dejar ir a su único amigo—. Pero puedes buscarme luego de la cena.

No lo sé, creo que a tu padre lo incomodo.

Iker se encogió de hombros, restándole importancia a ese detalle.

—A mí no me incómodas. —El niño se acercó, hasta plantarle un corto beso en la mejilla—. Te esperaré en la biblioteca.

—¿Iker con quién hablas?

Él bajó la vista al piso y adquirió una postura firme ante la persona que los interrumpía.

—Con mi amiga —musitó, recibiendo una sonrisa por parte de Ailim. La recién llegada arqueó un ceja y buscó a la amiga con la mirada.

—Pero aquí no hay nadie —sentenció luego de escrutar rápidamente el llano—. Es mejor que entremos ya, está haciendo frío.

Rosalie tomó a su hijo de la mano y lo instó a seguirla al interior de la casa. Aun así no pudo evitar notar como Iker se volvía, para dirigirle un saludo al vacío.

—No hagas esas cosas delante de tu padre —le advirtió en un murmullo, logrando que el pequeño apartara la mirada con enfado.

Rosalie se acuclilló hasta alcanzar su altura y lo observó por largo rato. ¿Qué le ocurría a su hijo? ¿Por qué no lograba entenderlo? En un principio había pensado que era una reacción a la muerte de su abuela. Iker no estaba acostumbrado a ellos, por lo que era normal que se apartara e hiciera su luto. Pero luego de un año, la actitud de su hijo continuaba empeorando. Hablaba solo, jugaba con alguien que nadie más que él veía y se resistía a dejar la casa. Ella había intentado sacarlo de paseo, de modo que no estuviese todo el tiempo guardado en esa vieja biblioteca. Pero lo único que había conseguido fue que le gritara las peores obscenidades y una rabieta que duró por días.

El Conde FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora